TODO TENDRÍA SENTIDO SI NO EXISTIERA LA MUERTE, pornografía redentora

La multipremiada obra del teatro independiente brilla en el Metropolitan

Todo tendría sentido si no existiera la muerteActúan: Maruja Bustamante, Bruno Giganti, Andrea Nussenbaum, Agustín Rittano, Juana Rozas, Lorena Vega – Vestuario: Cecilia Bello Godoy, Johanna Bresque – Escenografía: Oria Puppo – Iluminación: Matías Sendón – Música: Ian Shifres – Coreografía: Jazmin Titunik – Autor y Director: Mariano Tenconi Blanco

Hay veces en que sentimos que todo tiene sentido y otras en que nada lo tiene. Un mundo injusto que nos deja boquiabiertos, donde la muerte está acechando, nos plantea el verdadero sentido de nuestra existencia. Si ahora estamos, pero en cualquier momento  tendremos que partir, ¿vale la pena la vida? ¿O será justamente nuestra finitud lo que le da sentido a nuestro proyecto vital, lo que nos impulsa a crear para de alguna manera ser recordados?

Hay obras donde uno nota ciertas dificultades en la dramaturgia de sostener una trama que interpele al espectador, de construir personajes que resulten interesantes. Claramente este no es el caso de Todo tendría sentido si no existiera la muerte. El texto genera situaciones que despiertan las ganas de reír y llorar al mismo tiempo. Deliciosamente construida, con guiños y sutilezas, pero con un estilo a la vez descarnado, sumamente explícito, la pieza logra sostenerse con solidez a lo largo de las tres horas que dura la función y transcurren sin que uno se dé cuenta.

Como espectadora, lo que provocó Todo tendría sentido si no existiera la muerte en mí fue una sorpresa permanente. Esto nos habla de un guión original que no cae en lugares comunes sino que justamente los usa para reírse de ellos. El argumento parece sencillo: María, una maestra de pueblo, madre soltera, descubre que padece una enfermedad terminal y decide filmar una película pornográfica, de esas para señoras, que su amiga del videoclub le hace conocer.

Lorena Vega, como María, una mujer apocada que se va transformando, aunque sin dejar de ser una persona esencialmente buena, descuella en cada escena. La amiga del videoclub, de pocas palabras, con austeridad en sus gestos y ciertos desbordes con el alcohol y las drogas, es otro personaje construido de manera admirable por Maruja Bustamante.

Juana Rozas demuestra ser un joven talento, con ternura y sensibilidad. Andrea Nussenbaum conserva en su rol esa ingenuidad al actuar en la película porno, lo cual produce un contraste muy rico, entre una actitud casi infantil y las escenas eróticas. Agustín Rittano vuelca todas sus habilidades actorales en el rol de un actor pornográfico que resulta sumamente divertido. Bruno Giganti también es otro acierto en el elenco.

“Pensar en el sentido de la vida es orar. No puedo orientar los acontecimientos del mundo de acuerdo con mi voluntad, sino que soy totalmente impotente. Solo renunciando a influir sobre los acontecimientos del mundo, podré independizarme de él y, en cierto sentido, dominarlo”, leemos en el Diario filosófico de Ludwig Wittgenstein. Podemos pensar que María ha encontrado su modo de orarle a la vida, tratando de encontrarle un sentido a su manera. Y que el maravilloso guión de Mariano Tenconi Blanco es una oración contemporánea y posmoderna, que de un modo extraño nos hace recuperar la fe.

Las películas, en particular, y las obras de arte, en general, se convierten en ese paraíso donde los actores o artistas alcanzan la vida eterna. El personaje de Lili, al lavarle los pies a María, adquiere resonancias de la figura de Cristo. La muerte de María parecería todo un acto de redención. Milly Vázquez

Se dio hasta fin 2019
Teatro Metropolitan

Av. Corrientes 1343 – Cap.
(011) 5236-3000
metropolitansura.com.ar

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