Desde el momento en que se ingresa a la sala, el bebé está allí. Dentro de su corralito juega con muchos elementos. No parece darse cuenta de lo que ocurre, sólo interesado en su lúdico mundo. Tampoco sabremos nunca si le interesa o no lo que ocurre en derredor. Pero el espectador es cautivado desde el primer instante por alguien que podría cambiar la obra a su antojo, sin saber qué está cambiando.
Su madre –en la ficción y en la realidad- está un una punta de la longilínea puesta en escena. Su padre –en la ficción- está en la otra. Un contorno rojo marca los límites, al igual que en Sueño con revolver, la obra anterior de esta trilogía. Una larga conversación telefónica –los 40 minutos que dura Striptease– se produce entre ellos. Es de noche, cada uno está en su casa, y la conversación tiene tal fluidez que da la impresión de que uno es un escuchador casual, como cuando los teléfonos se ligaban.
Hablan de las épocas que pasaron juntos, de lo que pudo haber sido y no fue, de si el bebé sufrió o no con lo ocurrido. Y hasta de la posibilidad de suicidio de la criatura. Están desvelados, aburridos, hablan sin ganas, se molestan, hacen silencios, se preguntan cada tanto si el otro está allí… Él quiere ir a buscar al bebé. Ella no quiere. Nada volverá a ser lo que era. La conversación es inútil. Martin Wullich
Se dió en Espacio Callejón hasta mayo de 2008
Lola Arias en este Portal
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