PABLO SUÁREZ, Narciso plebeyo

Una retrospectiva del artista plástico se exhibe en el Malba

La circunstancia no deja de tener su costado curioso: una persona, Pablo Suárez, dedica su vida al arte y, sin embargo, hay quien descubre su obra recién a partir de una cita tangencial -aunque no del todo- que alguien publica en Facebook, con motivo de una muestra retrospectiva de su trabajo, varios años después de que el artista en cuestión ha fallecido.

Pablo Suárez, nacido en Buenos Aires en 1937 y muerto en 2006, alguna vez contó lo que sigue: “Cuando mi padre se suicidó me llamó mi madre. Se había ahorcado. Lo miré. Cuando la gente se ahorca se le salen un poco las órbitas de los ojos. Algo de eso hay en mis personajes. Entonces fui a mi casa, lo descolgué, e hice todos los trámites legales. En ese momento sentí que todo lo que hizo, lo hizo en contra de uno…”

“Dejó un libro ahí abierto, un libro de Pirandello que se llama La vida que te di, un libro muy amargo. Su empresa había quebrado. Dos días antes conversé con él y tuve una charla fulera, porque era muy negativo, estaba muy escéptico. Es más, le habían ofrecido encargarse de toda la parte de ficción de la librería El Ateneo, y él no, porque decía que no era vendedor de libros. Sí, no era tal cosa, no era tal otra, pero podría haber sido cualquiera de esas cosas porque mi padre era un fenómeno”.

“Por supuesto que podría haber seguido y que había salida, claro, pero para él ninguna salida era tan suntuosa como su vida y él no estaba dispuesto a bajarse del caballo. Bueno, en esa conversación le dije que si las cosas eran así, si veía que todo estaba tan mal, no entendía para qué seguía, y que se suicidara directamente. Desde ya que yo no estuve muy elegante al decir eso”.

Por alguna razón, esta cita fue el factor que determinó que decidiéramos acercarnos a la obra de Pablo Suárez. Primero a través de fotografías, y luego en persona, en el Malba, que es donde se expone su muestra retrospectiva titulada Narciso plebeyo, con curaduría de Jimena Ferreiro y Rafael Cippolini. Allí se ha reunido una selección de un centenar de trabajos, entre pinturas, dibujos, objetos y esculturas, parte de la producción de las últimas cuatro décadas de vida del artista.

Nos resulta difícil imaginar que después de leer el pasaje confesional que hemos transcripto sea posible ver estas obras desde la misma perspectiva que hubiésemos tenido para el caso de no haber conocido el oscuro episodio narrado. Es que detrás de cada artista hay una historia -o varias- que de un modo u otro explican sus modos de ver y de expresar el mundo, sus estéticas y también sus obsesiones. Cuando las conocemos, estas historias pueden resignificar profundamente nuestra apreciación de una obra de arte. La evidencia debería llevarnos, más allá de Pablo Suárez, allí donde el trasfondo de un artista permanezca oculto, a preguntarnos por él en el momento de apreciar su creación, para poder así aprehender mejor su sentido.

Volviendo a Narciso plebeyo, hace rato que el arte ha dejado de ser simplemente una pretendida búsqueda de la belleza. No por nada han pasado por debajo del puente las aguas de un Picasso, las vanguardias, el teatro del dolor, los poetas malditos, el atonalismo e incluso el psicoanálisis. Más allá de que el nombre de Narciso remita directamente a una de las obras de Suárez, siempre el arte es un espejo, un reflejo a través del cual el artista, sea o no de manera consciente, intenta colocarse afuera de sí mismo, en una materialidad que sea accesible al dominio de otras personas.

Así es como en estas obras aparecen de un modo recurrente el erotismo y la sexualidad, siempre en cierto tono lindante con lo salvaje, con el grotesco, pero también cierta ingenua fragilidad, cierto defecto de lo humano que tanto podría derivar en una sensación de repulsión como de ternura. La desfachatez y la provocación están a flor de piel, pero definitivamente no son todo. Ante todo cuidá la ropa y que Dios te cuide el culo aconseja el título de una de sus obras. Y en estos detalles es donde se pueden rastrear las verdaderas intenciones del creador.

Una única palabra como Exclusión, el título de un cuadro objeto que muestra a un hombre que viaja colgado en un tren en marcha, puede convertirse en toda una declaración en cuanto a lo que Suárez deseaba destacar en su trabajo. Como sucede en su Narciso de Mataderos o El espejo, el artista se mira en su propia obra, junto con su personaje. Pero  también nosotros podemos mirarnos en ese mismo espejo, si nos atrevemos. Y ese es el principal atractivo de esta retrospectiva. Germán A. Serain

Se exhibió hasta 25 de febrero 2019
Malba
Av. Figueroa Alcorta 3415 – Cap.
(011) 4808-6500
malba.org.ar

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