L’ORFEO, favola in musica

Magnífico cierre de temporada del Mozarteum con Capella Mediterranea

En L’Orfeo el destino de los personajes está sellado de antemano y el público lo sabe, tanto como seguramente también lo supo Plutón en el momento de emitir su mandato: la bella Eurídice le será devuelta a su amante Orfeo, quien se ha aventurado a las profundidades del inframundo para reclamarla, luego de que la inoportuna mordida de una serpiente venenosa se la arrebatara, justo antes de concretar sus nupcias.

Sin embargo, la condición es que ella siga al héroe a prudente distancia durante todo el viaje de regreso a la superficie, y que en ningún momento él vuelva su cabeza para mirarla, en cuyo caso habrá de perderla nuevamente, esta vez para siempre. Por supuesto, el público ya sabe que esto será, precisa e inevitablemente, lo que ha de hacer Orfeo. Pero el saberlo no impide que una joven becaria de Mozarteum Argentino, con quien nos ha tocado compartir palco en el Teatro Colón, llore ostensiblemente conmovida por la dolorosa escena. Una sensibilidad peculiar, sin dudas, que ha sido despertada por la exquisita música de Claudio Monteverdi.

Estrenada en el año 1607 en el Palacio Ducal de Mantua, L’Orfeo marca de algún modo el inicio del género operístico. Presentada como una fábula musical organizada en un prólogo y cinco actos, Monteverdi trabaja aquí sobre un libreto de Alessandro Striggio, quien se permite alguna licencia respecto de la historia mítica original. Así, en el acto final, los lamentos de Orfeo son escuchados por Apolo, su progenitor, quien adoptando una actitud cuasi cristiana lo invita a una vida eterna en el cielo, que Orfeo acepta, muy a pesar de que allí no podrá volver a ver los ojos de su amada sino muy lejanamente, en el reflejo de las estrellas.

En tiempos románticos, seguramente el héroe hubiese preferido el infierno, solo para volver a encontrar a su amada. En la ópera escrita por Gluck durante el clasicismo, Orfeo decide suicidarse pero Cupido, conmovido por la constancia del amante, lo impide y resucita a su amada. Cada época acomoda sus historias, evidentemente, a su particular manera de pensar y de sentir.

Regresemos al Teatro Colón. Nacido en la ciudad de La Plata en 1976 pero radicado desde muy joven en Europa, donde se especializó en música antigua, Leonardo García Alarcón fundó el ensamble Capella Mediterránea en el año 2005. Junto al Coro de Cámara de Namur y el Coro de la Ciudad de Mendoza, fueron los responsables de recrear esta obra para la primera de las dos presentaciones en el Teatro Colón con las cuales el Mozarteum Argentino cerró su temporada 2017, quedando reservada la segunda para presentar Il Diluvio Universale, una muy poco conocida obra de Michelangelo Falvetti (1642-1692).

La faena fue extraordinaria, con la sonoridad deliciosa que ofrecen los instrumentos del barroco temprano, impecablemente ejecutados, y con un despliegue escénico muy bien logrado en las entradas y salidas de escena de los músicos y los cantantes. La labor coral fue impecable y en los papeles solistas se destacó muy especialmente Mariana Flores en los roles de Euridice y La Música, aunque también se lucieron Valerio Contaldo como Orfeo, Salvo Vitale en el rol de Caronte, Alejandro Meerapfel como Plutón y Anna Reinhold como Proserpina y La Esperanza. Más allá del origen platense del director, que desde el clave desarrolló su trabajo con total prestancia, queremos destacar la inusual reunión de músicos argentinos y europeos sobre un mismo escenario como un mérito especial del espectáculo.

«¿Sabes quién es el más grande de todos los músicos?», le preguntó una vez Simone Weil a su amiga Simone Pétrement, quien en su respuesta arriesgó el nombre de Beethoven. Weil negó, para luego poner en el tocadiscos unos madrigales de Monteverdi. Pétrement comentó más tarde que Beethoven le había comenzado a gustar a Weil cada vez menos. Que en los tiempos previos a la guerra prefería a Monteverdi, Bach, Mozart, el canto gregoriano. Que rechazaba a Wagner, diciendo que escucharlo le dejaba la impresión de haber sido azotada. Y que en las artes plásticas sus gustos parecían haber evolucionado de manera semejante: siempre le había gustado Miguel Angel, pero después llegó a preferir pintores como Giotto, Masaccio, Leonardo, Giorgione. Cada vez más privilegiaba la pureza a la fuerza. Con Monteverdi tenía la sensación -como con Bach, Sófocles y Homero- de comunicarse de alma a alma. Esto mismo fue lo que sentimos, también nosotros, con este L’Orfeo propuesto por el Mozarteum.  Germán A. Serain

L’Orfeo se dio el 6 de noviembre de 2017
Teatro Colón
Libertad 621 – Cap.
(011) 4378-7100

mozarteumargentino.org

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