A la pregunta sobre el porqué de la inclusión del ballet El corsario en dos temporadas consecutivas (se dio en abril de 2018), surgen como respuestas posibles la necesidad de mantener activa a la compañía y la simpatía que la liviandad de esta obra provoca en el público. Debemos recordar que el Ballet del Colón cuenta con dos versiones diferentes de El corsario en su repertorio, caso único en el mundo: la de Piotr Gusev que tiene el Ballet Kirov, refinada y suntuosa, estrenada aquí en 2000, y la que hoy comentamos, debida a la canadiense Anne-Marie Holmes.
Queda bien lejos el tono trágico del poema homónimo de Lord Byron en el que se basa el ballet; aquí la clave es la comedia, la aventura, el romance… y alguno que otro disparo que sacude al público. Lo que sí perdura son todos los divertissements y personajes secundarios propios del período académico en que se terminó de dar forma a la obra, originada en el romanticismo.
El quinteto de protagónicos, con gradaciones, estuvo en buenas manos. Macarena Giménez fue una encantadora Medora; Maximiliano Iglesias convenció como Conrad (reemplazó a Juan Pablo Ledo), un papel más terrenal que le queda mejor que los principescos. El juvenil Luciano García va abriéndose camino con trabajo y tesón, y compuso un promisorio Alí. Fueron correctos Ayelén Sánchez (Gulnara) y Alejo Cano Maldonado (Lankedem).
Excelente el Birbanto de Emanuel Abruzzo, desde lo técnico y lo dramático. El cuerpo de baile puso empeño, acompañado por la habitual presencia de los alumnos del Instituto Superior de Arte.
La experimentada batuta de Javier Logioia Orbe llevó a buen puerto a la Orquesta Estable del Teatro, excepción hecha de las notorias pifias del sector de los bronces. Patricia Casañas
Fue el 31 de mayo de 2019
Teatro Colón
Libertad 621 – Cap.
(011) 4378-7100
teatrocolon.org.ar
Anne-Marie Holmes en Teatro Colón
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