DJANGO REINHARDT, soy gitano

Semblanza del excepcional guitarrista de jazz y su legado

En la película Le concert (2009), el gitano Vassili (Anghel Gheorghe) sorprende a la afamada violinista Anne-Marie Jacquet (Mélanie Laurent) al tomar el violín y así, como si nada, interpretar un fragmento del Capriccio No. 24 de Niccolò Paganini. Asombrada de que una persona aparentemente iletrada, que quizás jamás pasó por conservatorio ni escuela de música alguna fuera capaz de tal proeza -y nada menos que una pieza del violinista del diablo-, Anne-Marie le pregunta cómo lo hizo, qué digitación había utilizado y dónde había aprendido. Vassili le responde simplemente y con total naturalidad: “¡Con la mano!”.

No hay una versión concluyente y contundente del origen de los gitanos. Se cree que provienen de la India, otros dicen que su surgimiento hay que buscarlo en Egipto -de ahí, quizás, proviene el término “gitano”, gypsy en inglés; que en su derrotero pasaron por muchos puntos de Europa; que básicamente son nómades, aunque se los puede ver en muchos lugares habitando casas como el resto de las personas y no en carromatos, como lo hacían, o siguen haciendo algunos. Su naturaleza libre, sin ataduras de ningún tipo y con poca o nula aclimatación a los usos y costumbres de los países donde se han asentado, parece ser directamente proporcional a su feeling para la música y la danza.

Django Reinhardt era de esos gitanos que nacieron con la guitarra bajo el brazo. Nació por casualidad en Bélgica, en una familia de artistas trashumantes, en 1910. Pero su surgimiento como uno de los guitarristas de jazz más importantes del siglo XX fue en París. Perteneciente al grupo de los gitanos sinti, Django mostró desde pequeño una formidable habilidad para la música. De joven ya sabía tocar banjo, violín y guitarra. Era prácticamente analfabeto y jamás supo leer una sola partitura, pero nada de eso lo detuvo. Como tampoco lo detuvo el incendio del carromato que compartía con su primera esposa: se salvó, pero su mano izquierda quedó irremisiblemente dañada.

Pasó más de un año hospitalizado, recuperándose de las terribles quemaduras, y se negó a que le amputaran la mano. Y Django tuvo que empezar prácticamente de cero. Con solo tres dedos útiles -había perdido la movilidad en los dedos anular y meñique- volvió a aprender a tocar mientras estaba internado, en una guitarra que le llevó uno de sus hermanos. Su capacidad innata para la música y su tesón resignificaron su existencia. Django tuvo que modificar técnicas de digitación para poder abarcar con los dedos útiles aquellos acordes que demandan todos los dedos.

Luego de semejante recuperación, vinieron años de gloria para Django. Quedó encandilado por la música de Duke Ellington y Louis Armstrong, y su dupla con Stephane Grapelli fue providencial amén de apoteósica. Justamente con este violinista franco-italiano, su hermano Joseph Reinhardt y Roger Chaput en guitarra y el bajista Louis Vola, formó en 1934 ese memorable quinteto, el Quintett du Hot Club de France; una formación cuya particularidad era que, al menos en sus inicios, no tenía instrumentos de viento, sino que eran todas cuerdas. Se trataba de la fórmula perfecta: el virtuosismo de Grapelli y la increíble intuición musical y la capacidad de improvisación de Django, que además, como se dijo, nunca aprendió a leer partituras pero que era capaz de recordar una melodía y tocarla en la guitarra como si nada, prácticamente sin ensayar.

Solamente la Segunda Guerra Mundial los pudo separar. Cuando estalló la conflagración, el quinteto se hallaba en el Reino Unido. Allí se quedó Grapelli, y Django volvió a Francia. Cuando los nazis ocuparon su país y empezaron a perseguir gitanos, además de judíos, a Django lo salvó que un oficial alemán fuera aficionado al jazz. La guerra terminó en 1945; al año siguiente Django viajó a Estados Unidos, invitado por la orquesta de Duke Ellington, pero sin un papel protagónico como lo tenía en su quinteto. Este subsistió con otros miembros, entre ellos el clarinetista Hubert Rostaing en lugar de Grappelli, hasta fines de los años cuarenta.

Django regresó a Francia; poco a poco el gitano fue alejándose de las luces parisinas y se instaló en Samois-sur-Seine. Allí pasaba sus días pescando, paseando por la orilla del río cuando volvía de ver shows de jazz, o pintando, hasta que una hemorragia cerebral acabó con él. Pero su legado es impresionante: varios han continuado su estilo o han sido influenciados, como por ejemplo nuestro Oscar Alemán, o Raphaël Faÿs, otro gitano francés.

Woody Allen lo homenajeó en la película Dulce y melancólico; Jean Cocteau le dedicó un poema; y Julian Bream, el exquisito guitarrista inglés fallecido hace poco, se maravillaba, cuando niño, del talento de ese gitano que no se rindió, que quizás, si algún conocedor de música se preguntara para sus adentros cómo lo haría, Django le respondería: “Pues…¡con la mano!”. Viviana Aubele

Django Reinhardt & Stu00e9phane Grappelli - Jattendrai Swing 1939 - LIVE!

Documental RTVE sobre Django Reinhardt
Django Reinhardt en Jotdown
Syncopated times: Django Reinhardt
Escena del film Le concert

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