Detrás de una típica y soleada postal canadiense se esconde un pozo insondable de reveses inesperados. Ésa es la sensación que se tiene al abordar los relatos que Alice Munro -rondando sus 80 años- presenta en Demasiada felicidad. En su Ontario natal es bautizada como la «Chéjov canadiense», ya que se considera a Anton Chéjov el padre del cuento moderno.
Munro desenvuelve su maestría en diez cuentos que alcanzan su climax puntualmente en cada uno de ellos, sin competir, sino al contrario, conduciéndonos a través de una prosa dinámica y nutrida de matices en la escena típica de una familia, en un lazo entre dos personas, en un mínimo fotograma de la vida de alguien, para desbarrancarnos en episodios donde la aparente y natural cotidianidad se derrumba sin remedio. Es fascinante el clima donde línea a línea se va presintiendo la inminencia de la fatalidad que pondrá todas las cómodas certezas patas arriba.
Para quienes les gusta aprender, sumergiéndose en la marisma de pesares ajenos, será una lectura gozosa, porque la autora desgrana universalidad, convirtiéndolo todo en un natural devenir del mero hecho de estar vivo. Uno quisiera que nuestra azarosa vida personal fuera narrada un día por esta autora, que prodiga belleza ante la perplejidad que aguarda, a la vuelta de la esquina. No hace mucho que se edita en español la obra de Munro, y éste es un buen libro para empezar a conocerla.
Alineada con Katherine Anne Porter y Mansfield -también me recordó a J. D. Salinger, por la cuota de espanto dentro de la aparente calma hogareña-, Munro es recurrente candidata al Nobel y una observadora cabal de los innumerables recursos «femeninos» para salir adelante en la vida. La muerte, la pérdida, el asalto, el olvido, la ambigüedad sexual, se tejen al ritmo de un tiempo que no se detiene, pase lo que pase. En todas partes se cuecen habas, y en el libro de Alice Munro, la olla hierve con ganas. Silvia Bonetti
Demasiada felicidad
de Alice Munro
335 páginas
Editorial Lumen
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