MÚSICA PARA CAMALEONES, de Truman Capote

El alma expuesta de un narrador implacable

Le hizo bien el tiempo a Capote. El año pasado -2015- se cumplieron 35 años de la primera edición de Música para camaleones. En 1980 Truman Capote tenía 55 años y en cuatro años más su vida se extinguiría para siempre. A este punto había complicado bastante las cosas. Aunque su desenvolvimiento como escritor era muy prestigioso, no siempre fue grato encontrarse con las publicaciones que ventilaban confidencias mantenidas en el marco de una íntima conversación con este autor de intensa vida social. Por otro lado, sus adicciones y la condición homosexual –que no contaba con la aceptación y respeto de hoy-, habían socavado el terreno en el que Capote intentaba hollar con su trabajo literario al que se entregó desde niño.

En un prefacio que precede a los cuentos de Música para camaleones, repasa su trabajo como autor desde los orígenes tempranos, sus colaboraciones en las revistas más renombradas y los ajustes a los que se debió someter debido a su gran exigencia como escritor que cultiva el estilo.

Con A sangre fría, su anterior libro, Capote había creado el género de novela no-ficción y abierto un camino para el periodismo de vuelo literario. Es que cualquier suceso, cualquier persona era convertido por él en una pieza literaria. Él era un compositor nato que traducía la realidad ordinaria en un encantador retrato con detalles de delicada belleza y natural candor. Han transcurrido ya 35 años y su estilo encaja mucho mejor en nuestra época. El marcado narcisismo y el semblanteo incisivo de los personajes han llegado al momento de gloria del egocentrismo panteísta de nuestro tiempo.

Los catorce relatos que componen Música para camaleones tienen a Capote como protagonista, son conversaciones cotidianas con personas comunes –que van desde su mucama, pasando por un presidiario ideólogo del clan Manson, hasta Marilyn Monroe-, todas reconstruidas de una manera “severa y mínima”, términos en los que amasó el estilo al que aspiraba. En él volcó todo lo que había aprendido acerca del arte de escribir y a través de él ha mostrado sin reservas la intensidad de su alma.

Se destacan Deslumbramiento, donde recuerda cómo a los ocho años acudió a una especie de bruja para que le concediera el deseo –que aún no sabía conjurar muy bien- de ser una niña, y Un día de trabajo narra la desopilante jornada en la que Truman decide acompañar a su mucama por los distintos domicilios en los que realiza tareas domésticas. Mientras esto ocurre ambos se cuentan tesoros íntimos, fuman marihuana y bailan hasta ser sorprendidos por unos patrones que creían ausentes.

En Una hermosa niña, él pasa unas horas de la tarde con Marilyn Monroe luego de asistir juntos a un funeral. En el relato se deslizan comentarios que son un tributo al ángel de M.M. y su leyenda evanescente: “Apoyada contra un poste de amarras, la observé, de perfil: Galatea oteando las distancias no conquistadas. La brisa le esponjaba el pelo. Volvió la cabeza hacia mí con gracia etérea, como si la hiciera girar la brisa”.

A lo largo de los cuentos que van desde su niñez –siempre presente en su desenfado para decirlo todo- hasta su último ciclo de creación y vida, Capote se va convirtiendo en un héroe trágico que hubiera sentido al siglo XXI como su propio hogar. Silvia Bonetti

Música para camaleones
Truman Capote
Lumen / Biblioteca Capote
313 páginas

Truman Capote (Truman Streckfus Persons; Nueva Orleans, EE UU, 1924-Los Ángeles, 1984) Pese al carácter profundamente realista de su obra, combinó en sus narraciones el misterio y el refinamiento literario, poniendo de manifiesto las oscuras profundidades psicológicas del sistema norteamericano a través de caracteres inquietantes, como en el caso de A sangre fría (1966), la más famosa de sus novelas. Fue uno de los mayores narradores del siglo veinte y, sobre todo, un poseso de la perfección estilística. Su obra quedará al lado de las ya clásicas de Faulkner, Penn, Welty y McCullers.

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