DANIEL BARENBOIM, música y política

En la apertura del Abono Estelar 2015 del Teatro Colón, Barenboim y sus músicos se lucieron en un programa inusual

Palestinos, israelíes, árabes, jordanos, sirios. O visto desde otro punto de vista: personas, músicos. La orquesta no es nueva y no es la primera vez que está de visita en nuestro país, pero siempre vale la pena destacar especialmente este componente extramusical que tiene la West Eastern Divan Orchestra. Creada a partir de un proyecto ideado en 1999 por Daniel Barenboim y Edward Said, el propósito fue reunir en una misma comunidad a personas que en otro contexto podrían haberse visto como enemigos recíprocos, pero que en este caso se ven compelidos a colaborar, a reconocerse como pares, a escucharse para poder hacer música juntos. Una vez dicho esto, señalemos también que el propósito de Barenboim no se limitó a una propuesta sociopolítica, sino que se planteó además que el grupo se convirtiese en un organismo musical de excelencia.

Esto quedó en claro en la función de apertura del Abono Estelar 2015 del Teatro Colón. Pero el programa elegido fue una toma de posición: tratándose de Barenboim, la selección musical supuso convalidar un repertorio renovador, en un contexto en el cual el público en general todavía sigue guardando sus preferencias dentro de un marco más bien conservador. Los tres compositores elegidos fueron Richard Wagner, Arnold Schönberg y Pierre Boulez, lo cual tuvo además una clara coherencia conceptual: la obra de Schönberg no hubiese sido posible sin las exploraciones cromáticas previas de Wagner, y Boulez representa la continuidad contemporánea de la búsqueda de nuevas formas musicales.

En el inicio, al frente de una formación camarística integrada por un quinteto de cuerdas y un octeto de vientos, el grupo se lució con un sublime Idilio de Sigfrido, que fue interpretado con una sutileza magnífica y un equilibrio sonoro notable. Se lució especialmente, por su actitud y musicalidad, el hijo del director, Michael Barenboim, en el primer violín. Luego, con un orgánico muy similar, fue el turno de la Sinfonía de cámara Nº 1 Op. 9 de Schönberg, una obra que mal interpretada puede convertirse en una pesadilla, pero en este caso sonó con una articulación perfecta, cada sonido en su lugar, poniendo de manifiesto la profesionalidad del ensamble y las horas dedicadas al ensayo.

La segunda parte estuvo dedicada al estreno argentino de una obra de Pierre Boulez: Sur incises. Y la atención del público fue capturada aquí ya desde antes de que sonara la primera nota, por lo inusual de la instrumentación: tres pianos, tres arpas, tres marimbas, timbales y campanas tubulares. Una vez más la interpretación fue impecable. Y en cuanto a la obra, magníficamente construida, hay que decir que fue realmente interesante. Pero en este punto cabe una reflexión: cuando lo mejor que se puede decir de una obra de arte es que resulta interesante, hay algo allí que falla. Porque ¿cuál es el objetivo de la obra de arte? ¿Su complejidad? ¿Su hermetismo? Hay una diferencia sustancial entre el Idilio de Sigfrido y la obra de Boulez: allí donde Wagner conmueve, el compositor francés no tiene la menor pretensión de lograr ese mismo efecto. Seguramente hubo factores que determinaron la decisión de estrenar la obra de Boulez en la apertura del Abono Estelar, en lugar de hacerlo en un marco más propicio, vinculado por ejemplo a la programación del Centro de Experimentación del mismo Teatro; pero sinceramente este comentarista hubiese preferido escuchar a Barenboim y a sus músicos en un programa menos innovador y más amable. Germán A. Serain

Fue el 24 de julio de 2015
Teatro Colón
Libertad 651 – Cap.
(011) 4378-7109

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