No hace falta conocer teóricamente la música para entenderla. Tampoco pedirle permiso. Las palabras solamente son testigos de un fenómeno sensorial. El cuerpo capta, absorbe, la sustancia invisible y aun cabal que nace del silencio y los acordes. El Cuarteto Petrus, integrado por Pablo Saraví y Hernán Briático en violines, Adrián Felizia en viola y Gloria Pankáeva en violoncello; junto a Mariano Rey, clarinetista invitado, hacieron que fuera muy fácil sentir, al mismo tiempo, gracia y placer.
Después, la atmósfera que encierra cada obra apunta en direcciones que son no sólo distintas, sino emocionalmente lejanas. Por un lado, el Quinteto en La mayor K. 581 de Wolfgang Amadeus Mozart, con esa alegría que lo caracteriza, y la estructura propia del período clásico. Hacia el final del segundo movimiento, el Larghetto, velocidad y volumen disminuyen al unísono, los hombros ligeramente encorvados esperan, la música se acerca a la quietud, y entonces arranca el Menuetto, donde el fraseo retoma vivacidad y se mantiene arriba hasta el final. En esta primera parte se escucha un clarinete di basseto, ideado en el siglo XVIII por Anton Stadler. Tiene cuatro notas más que los modelos estándar, cualidad que le da un timbre más baritonal, levemente oscuro, que Rey considera más apropiado para esta música.
Por otro lado, el Quinteto en Si menor, op.115, una de las últimas composiciones de Johannes Brahms, de la que Saraví anticipa su carácter otoñal en color y forma, y se refiere a la pasión que sintió el autor por la música de Hungría. Su influencia se nota sobre todo en el movimiento lento que es, a la vez, un homenaje. El romanticismo de Brahms se siente más denso, menos previsible. De este modo finaliza el quinto concierto, con instrumentos musicales notables, restaurados ad honórem por el maestro Horacio Piñeiro.
Es importante destacar el esfuerzo realizado por Jorge Cometti, director del MIFB; Leila Makarius en musicología, y todos sus colaboradores, porque creyeron en la posibilidad de recuperar la vida de los violines Guarnerius del Gesú de 1732; Santo Serafín, 1730; Antonio Mucchi, 1864 y la viola Giovanni Grancino, 1690; entre otros ejemplares. Gracias a ellos este ciclo ha sido declarado de interés cultural y contará con el apoyo del Gobierno de la Ciudad en 2016. Hasta entonces, estas piezas de lutheria clásica italiana reposarán en cajas de vidrio, a la espera de manos virtuosas que sirvan de vehículo para expresar, sin que alcancen las palabras, el encanto, el misterio, la plasticidad; todo eso que es la música, y no envejece. Natalia Mejía
Fue el 2 de septiembre de 2015
Museo Isaac Fernández Blanco
Suipacha 1422 – Cap.
(011) 4327-0228
www.museofernandezblanco.buenosaires.gob.ar
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