BLOODY DAUGHTER, lazos sanguíneos

Martha Argerich en la intimidad de su constelación disfuncional, retratada por su propia hija

Bloody Daughter (2012) – Suiza y Francia – 95 minutos – Con: Martha ArgerichStephen Kovacevich, Lyda Chen, Anne Dutoit, Stéphanie Argerich – Fotografía: Luc Peter y Stéphanie Argerich – Guión y Dirección: Stéphanie Argerich

Stéphanie es la menor de tres hijas nacidas del vientre de la diosa madre Marta Argerich, con tres padres distintos. Su padre, el renombrado pianista Stephen Kovacevich, tuvo a su vez tres hijos más con dos madres distintas, todos varones, y Stéphanie es la única que no lleva el apellido paterno. Al nacer, sus padres tiraron una moneda para resolver qué apellido llevaría la niña, y salió Argerich. Kovacevich suele llamarla cariñosamente “my bloody daughter” (mi hija maldita), pero aclara que en inglés la expresión es usada para demostrar que su hija es amada.

Con este título presenta Stéphanie Argerich su opera prima en la que compagina momentos de cruda intimidad con la trayectoria trashumante de una madre capaz de eclipsar todo enfoque de la realidad y la vida. El documental comienza cuando Stéphanie está teniendo a su segundo hijo y asiste al parto una Martita que entre nerviosa y distraída declara que preferiría que fuese una niña, porque son “más interesantes”. El hecho de convertirse en madre le dio a esta hija de una diosa sobrenatural la plataforma para contar la historia y la complejidad de una familia en la que no ha sido fácil cabalgar sobre la celebridad y la concentración de una figura estelar de la talla de Martha Argerich.

Gracias a que de chica recibió de regalo una cámara de video proveniente de Japón, Stéphanie contaba con mucho material de registros caseros e íntimos, a los que fue alternando con grabaciones de distintas épocas de la carrera de su madre, entrevistas íntimas con su padre, sus hermanas, y el backstage de cada concierto irremediablemente cargado de temores y nervios.
“-Estoy horriblemente nerviosa. (Martita)
-Siempre te pasa cuando tocas Chopin. (Jacques, su representante, durante un concierto en Varsovia, Polonia)”.

Chopin es su amor imposible, un alma difícil de tocar. En cambio su padre ama a Beethoven. Martita reconoce adorar a Beethoven, pero ama a Schumann, no sabe por qué. Se enamoró de Stephen, a quien reconoce como el amor de su vida, cuando lo escuchó tocar el Concierto Nº 4 de Beethoven. El rostro de Marta ocupa toda la pantalla y ella sabe jugar con la cámara, en sus mohines y expresiones sin acabar se percibe una gran ternura y un deseo de no ser clasificada.

El trabajo de Stéphanie es retratar desde una distancia prudencial, ya desde una susurrante voz en off como en naturales testimonios de sus hermanas Annie y Lyda, ya adultas, el universo alejado de los comunes mortales por el que transita la esencia de su madre. Algo de todo eso heredado ha sido el vehículo que le permitió armar este documental en el que no se eluden conflictos profundos de abandono como la calidez que emana en los rituales cotidianos de la convivencia.

Kovacevich es un americano radicado en Inglaterra desde muy joven y se le complican los trámites para dar reconocimiento de paternidad oficial a su hija, que hoy vive en Suiza. Por último balbucea algo como que no tiene mucha importancia y esto hace llorar a Stéphanie. Por su parte, Martita ha sufrido un embate del cáncer del que salió triunfante, todos estos episodios son contados con sentida emoción, como si se tratara de dos padres comunes.

Al finalizar Bloody Daughter, Martita ya tiene 70 años. Sentada en una rueda matriarcal sobre el césped junto a sus hijas, sostiene la llama de su vibrante vida apasionada con sencilla modestia respecto de que probablemente muchas cosas se le escapan, pero lo importante estará pasando por otro lado…

El retrato es auténtico y la aceptación dinamiza estos vínculos singulares agraciados por el encantamiento de la genialidad. Silvia Bonetti

Ver Bloody Daughter completo subtitulado
Martha Argerich en Wikipedia

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