ANDRÁS SCHIFF, bien temperado

El pianista húngaro dio cátedra de sutileza bachiana para Nuova Harmonia

Antes de hablar del compositor húngaro András Schiff y su recital en Buenos Aires, nombremos Das wohltemperierte Klavier. Consignamos el título en alemán para evitar malas interpretaciones, pues suele traducirse como El clave bien temperado, pero la palabra klavier no remite específicamente al clave, sino a una variedad de instrumentos de teclado, incluyendo clavecines, clavicordios, espinetas u órganos. Bajo este título se agrupan dos ciclos de preludios y fugas que Johann Sebastian Bach compuso haciendo un recorrido por todas las tonalidades mayores y menores de la gama cromática. El primer ciclo (Libro I), que comprende los preludios y fugas del BWV 846 al 869, fue compilado por Bach en 1722, en tanto el segundo (BWV 870 al 893) fue concluido dos décadas más tarde. Cada libro está integrado por 24 pares de un preludio y una fuga, ambos en una misma tonalidad, progresando desde el Do mayor.

Hacemos dos aclaraciones que pueden resultar pertinentes: Bach no encaró esta obra de manera monolítica, sino que fue completando las dos colecciones en forma paulatina, a lo largo del tiempo. Y la segunda: aunque el piano moderno, tal como lo conocemos hoy, no existía en aquella época, ha sido legitimado sobradamente como un instrumento adecuado para ejecutar el ciclo. De hecho András Schiff, protagonista del recital que estamos comentando, ha declarado que es el único instrumento que puede hacerle verdadera justicia a todas las piezas incluidas por igual.

Durante casi dos horas y sin intervalo, el pianista húngaro hizo gala de una gran musicalidad bachiana, de una enorme sutileza y también de una memoria prodigiosa, pues tocó de corrido y sin partitura todo el primer Libro del ciclo. Y se trata sin duda de una obra monumental y maravillosa, que sin embargo amerita la siguiente observación: más allá de los usos y costumbres, no estamos ante un trabajo que haya sido concebido para ser ejecutado en secuencia, un preludio y fuga tras otro, hasta completar cualquiera de los dos Libros en cuestión. Este criterio parece corresponderse con un ánimo académico o de coleccionista, antes que musical. La textura misma de estas piezas, pensadas en definitiva para la sonoridad de un teclado del tiempo barroco, contribuye en alguna medida a que, así planteada, la audición de estas músicas termine resultando un tanto ardua.

Las pruebas respaldan lo dicho: muy a pesar de la magnífica interpretación de András Schiff, promediando la presentación, fue notable el modo en que una parte del público comenzó a inquietarse, a acomodarse en sus butacas en medio de un rumor cada vez más impaciente, y en algún caso hubo quien llegó al extremo de retirarse. Por lo demás, consecuencia natural de plantear de manera continua estos 24 preludios y fugas es que, mientras uno disfruta en plenitud las primeras composiciones, comenzando por el famoso Preludio y Fuga en Do Mayor (BWV 846/7), conforme avanza el programa la identidad de cada pieza se va disolviendo de a poco en un conjunto demasiado homogéneo, quizá junto con parte del placer que conlleva atender a ellas en todo su detalle.

Así y todo, quienes nos quedamos hasta el final, ya en medio de una retirada del público bastante ominosa, pudimos disfrutar dos bises: el movimiento inicial del Concierto italiano y un aria de las Variaciones Goldberg. Los aplausos para András Schiff fueron entusiastas y ciertamente merecidos. Germán A. Serain

Fue el 14 de agosto de 2017
Teatro Colón
Libertad 621 – Cap.
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