Una casa con dos perros (Argentina, 2025, 98 min. ) – Género: Drama– Intérpretes: Simón Boquite Bernal, Florencia Coll, Magdalena Combes Tillard, Maximiliano Gallo – Fotografía: Nadir Medina – Sonido: Atilio Sánchez – Música: Joaquín Sánchez – Guion y Dirección: Matías Ferreyra
La opera prima del director Matías Ferreyra, Una casa con dos perros, construye una obra sutil, impregnada de atmósferas densas y silencios cargados de simbolismos. Ambientada en la Argentina del 2001, la historia se centra en Manuel (Simón Boquite Bernal) un niño que, junto a sus padres y sus dos hermanos, se muda a la casa de su abuela, con quien forma un lazo sentimental entrañable que lo marcará definitivamente.
Desde la escena inicial, el relato muestra las tensiones intrafamiliares que se profundizarán a lo largo del film. A este nuevo hábitat se suman figuras adultas como la abuela y el tío, que se contraponen a sus padres. Un padre impulsivo (Maximiliano Gallo), una madre meticulosa y controladora (Florencia Coll), una abuela inestable (Magdalena Combes Tillard) y un tío con un trasfondo siniestro e inquietante configuran el tablero narrativo donde se desplegarán las mayores fricciones entre ellos. Los rasgos que definen a cada personaje no son subrayados de forma explícita, sino que emergen a través de pequeños gestos y simbolismos que adquieren una dimensión coreográfica. Sin duda la economía expresiva es uno de los mayores aciertos de Una casa con dos perros.
La mudanza no sólo representa para Manuel un cambio de hogar, sino un nuevo escenario, un microcosmos cargado de tensiones latentes donde cada rincón parece contener memorias ocultas, conflictos reprimidos o afectos desplazados. La casa se transforma en un campo de batalla donde se miden las pujas y relaciones de poder intrafamiliares; también un mapa emocional que articula lo visible con lo reprimido, lo dicho con lo callado.
El tratamiento del sonido es uno de los mejores elementos desarrollados a lo largo de la película al estimular sensorialmente la percepción de los personajes. Ferreyra explora las diferencias perceptivas de cada uno: no todos escuchan lo mismo o de la misma manera. Esta estrategia sonora contribuye a crear una experiencia atrapante e inmersiva para el espectador, que se ve obligado a completar el sentido a partir de detalles, ruidos extraños y encuadres sugerentes. En este punto, la influencia del Nuevo Cine Argentino, específicamente de la filmografía de Lucrecia Martel, es clara, aunque Ferreyra logra hallar su propia voz.
La fotografía de Nadir Medina construye composiciones precisas, casi pictóricas; a través de la iluminación y la elección del encuadre se refuerza la sensación de encierro y tensión que viven tanto Manuel como su cómplice emocional: la abuela. La dirección de arte de Julia Pesce ayuda a potenciar aún más esa sensación del hogar como una trampa. Ambas áreas conforman un universo entre lo familiar y lo siniestro, donde lo cotidiano se carga de amenaza.
En cuanto a la narrativa, Una casa con dos perros ofrece un retrato familiar que oscila entre el drama íntimo y lo fantástico. El perro del título funciona como símbolo del desarraigo, de aquello que es expulsado del núcleo familiar cuando se muestra diferente del resto. El propio Manuel carga con ese destino: es el “perro viejo” que no encuentra su lugar en la manada, una figura silente que observa desde los márgenes mientras los adultos se hunden en sus propias neurosis.
Sin ofrecer grandes giros argumentales, la película apuesta por una forma de narración que privilegia el estado sobre la acción, el clima sobre el evento, lo que la convierte, por momentos, en una narración lenta. Y en ese registro tenue, se vuelve profundamente política: habla de la herencia emocional que deja una época de colapso económico, político y social, así como de las formas en que lo macroeconómico repercute en las relaciones familiares.
Estrenada en la Competencia Argentina del BAFICI 2025 y premiada con el FIPRESCI en el Festival Cinélatino de Toulouse, la opera prima de Ferreyra confirma el potencial de Córdoba como un polo de producción audiovisual sensible, reflexivo y con una identidad estética cada vez más definida. Una casa con dos perros no es un film complaciente ni de fácil digestión, pero sí una de esas obras que hacen reflexionar al espectador sobre el afecto y la infancia. Victoria Varacalli
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