ROMEO Y JULIETA, títeres trágicos

El Grupo de Titiriteros del San Martín reinterpreta el clásico de Shakespeare

Uno podría preguntarse si hay relatos que a priori sean indicados para chicos, en tanto otros deberían quedar reservados para los adultos. Una primera reacción, casi intuitiva, nos llevaría a sostener que así debería ser. Pero en cuanto uno repasa el catálogo de las historias que tradicionalmente han sido destinadas a los más pequeños, comienzan a aparecer las dudas. Caperucita Roja y el lobo feroz, Blancanieves y su perversa madrastra, más mala incluso que la de Cenicienta, que se dedica a humillar a su hijastra pero sin atentar contra su vida. Pulgarcito, El patito feo, Hansel y Gretel, Pinocho… Y la lista sigue. Detrás de los personajes, aparentemente simpáticos, hay relaciones perversas, padres desamorados, cuando no asesinos, narcisismo, vanidad, segregación, bajezas de lo más variopintas. Considerado el asunto desde este punto de vista, narrar la clásica y trágica historia shakesperiana de Romeo y Julieta con títeres, pensando en un público de niños mayores de ocho años (lo cual incluye a los adultos), no parece descabellado.

El Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín, que cumple 40 años de existencia, nos ha regalado a lo largo de su historia excelentes producciones. Esta no ha sido la excepción. Adaptada y dirigida por Ariadna Bufano, Romeo y Julieta conserva muchas pinceladas del exquisito lenguaje original de la obra de Shakespeare, matizado con expresiones o giros que facilitan la incorporación por parte del público infantil. He aquí una evidencia muy importante, que merece ser destacada: los niños no son subestimados. Se los anima, por el contrario, a que enfrenten el desafío de adaptarse a códigos de mayor exigencia. En cuanto a la interpretación, el nivel de los artistas es excelente. Ataviados con túnicas negras y capuchas, los titiriteros le ponen la voz y también el cuerpo a los personajes de la historia, en una actuación que no solamente complementa la corporeidad del títere, sino que además genera espacios escénicos que suplen, con brazos, manos y espaldas, la presencia de un retablo tradicional o de una escenografía.

Los títeres, magníficamente realizados, responden todos a la tradicional técnica de guante. Y tal vez aquí puede plantearse el único inconveniente que le encontramos a la obra: hay cierta desproporción entre el tamaño de la sala, un Teatro Regio generoso en dimensiones, y unos títeres que para ser apreciados en todo su esplendor expresivo reclaman una mayor proximidad del público. Sin duda este espectáculo sería apreciado en su justa medida en una producción audiovisual, o al menos en un espacio más intimista, que anulase o siquiera minimizara la distancia respecto de la escena.

En cuanto a lo narrativo, la cuestión del deseo es aquí, al decir de la propia Ariadna Bufano, uno de los puntos centrales. Un deseo que llega a hacer cruzar a los protagonistas la frontera de la muerte, rebelándose a todos los mandatos establecidos por sus mayores, ajenos por completo a la pasión que enciende el corazón de los incomprendidos jóvenes amantes. Llama la atención el hecho de que distintos titiriteros se hagan cargo de manera alternada de un mismo personaje. Es como si se nos dijese que el personaje trasciende al titiritero, aunque al mismo tiempo necesite de él, vitalmente. Tanto es así que la muerte de cada uno de los protagonistas, incluidos Mercuccio y Teobaldo, queda simbolizada por quedar el títere despojado de una mano que lo aliente. Y este es, en definitiva, el secreto de la magia: cada títere tiene un alma; que vibra en perfecta sincronía con el alma de sus titiriteros. Germán A. Serain

Romeo y Julieta
se dio hasta de marzo 2017

Teatro Regio
Av. Córdoba 6056 – Cap.
Sugerido para espectadores a partir de 8 años de edad
Romeo y Julieta en Wikipedia

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