Rara vez una pieza pequeña sorprende exquisita y emocionalmente, y nos permite conocer los problemas que sufren algunos adolescentes para exponer su identidad. Desde la premisa de la pérdida de la niñera en un accidente, da inicio una historia con tintes de misterio, drama y breves momentos de sutil comicidad. Esta dramaturgia fue finalista del proyecto 34°S, un intercambio artístico entre dos lugares distantes pero unidos por necesidades y problemáticas sociales similares: África y Latinoamérica. De hecho, forma parte de un volumen editado en Sudáfrica junto a las cuatro obras finalistas.
Con inteligencia, el autor y director Martín Marcou ofrece un texto elevado, en contraposición al ambiente donde se da la narración. Un escenografía sobria y muy bien recreada nos traslada de manera mágica y certera a un ámbito rural, una estancia muy alejada de la ciudad. El grupo actoral interpreta muy bien a sus personajes. Sin embargo, Eugenia Iturbe, en una breve aparición, se destaca en el papel de la nana, componiendo el drama de modo muy natural. La musicalización acompaña de manera drástica la dinámica de la trama, apoyada en una precisa iluminación que logra un ambiente certero.
La pieza invita a reflexionar sobre la identidad en el extenso universo de diversidad actual, sumergiéndonos en un mundo desconocido, limitado y lúgubre. Con un comienzo algo extenso a cargo de dos personajes y cierta tendencia a la redundancia en los diálogos, el relato gana dinamismo con la llegada de la nueva nana y cierra de manera sorprendente con la aparición del personaje misterioso, el adolescente de la familia, quien aporta la ternura necesaria en una casa de frías mujeres. Cristian A. Domínguez
Viernes a las 23
El camarín de las musas
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