Darkrooms – Actúan: Luis Alberto Castello, Sebastian Castiglionesi, Raúl Cifuentes López, Mateo Erdocia, Charlee Espinosa, Angelo Fornabaio, Daniel Montero, Juan Carlos Nozzi, Matías Iván Rodriguez, Martín Roggon, Leandro Silva y Alex Vándor – Vestuario: Pablo Ariel Pérez – Escenografía: Sebastián Sosa – Iluminación: Román Tanoni – Dramaturgia: Juan Crespo y Martín Marcou – Dirección: Martín Marcou
Al ingresar a la sala se ven personajes vagando en lo oscuro, como buscando establecer contacto. Paseándose en actitud de acecho, merodean y se tocan. Su actitud de seducción parece invitar a los espectadores a algo. ¿Qué buscan? ¿Qué desean? La puesta en escena de Darkrooms recrea esta exploración, pero no se limita a lo que por definición caracterizaría a un cuarto oscuro -no es expuesta únicamente como búsqueda de sexo o de contacto-, sino que en la relación de cada personaje con su deseo particular, el espectador verá surgir voces que expresan que en esta suerte de rito urbano ejercido a media luz también se juegan identidades, creencias, expectativas y desencuentros.
El modo elegido para expresar ese mundo secreto tiene elementos de teatro ambientalista: actores que siempre están a la vista del público, cuyas presencias cargadas de pretendida sensualidad producen una interesante interacción con el mismo. El espacio es adaptado para representar de modo espontáneo y en tiempo real una dinámica comúnmente hermética y cerrada. Quizá el efecto esperado no consista en que la audiencia “asista” al cuarto oscuro, sino que “habite” por un momento los deseos de quienes lo habitan. Se genera una atmósfera rica en acciones, a veces cómicas y festivas, a veces obscenas y desconcertantes: consignas de decepción, danzas eróticas, discursos políticos y ritos animalescos; una combinación que actúa como ventana indiscreta al deseo y la condición de la homosexualidad moderna; pero que también configura un dispositivo para tentar al espectador y llevarlo más allá de los supuestos sobre el sexo en sí mismo.
Si bien este carácter performativo de la obra es atrayente -y en ocasiones se logra llevar al asistente a situaciones etiquetadas como prohibidas, abriendo con lucidez panoramas crípticos por su marginalidad y tabú-, nos encontramos a veces con que las fuerzas y los temas evocados son tratados desde los mismos estereotipos que parecían ser resignificados en primera instancia. Actuaciones como las de Angelo Fornabaio, Luis Alberto Castello y Sebastian Castiglionesi, se sitúan entre lo típico y lo marginal; su trabajo no se limita a emular las dinámicas propias de este espacio, sino que las dotan de un carácter misterioso que crea en la necesidad de seguir internándose en la intimidad de sus personajes. Dado el interés que suscita la propuesta, se espera entonces que los demás actores lleven sus personajes a este nivel y transgredan el espacio de la representación no sólo por la irreverencia de sus gestos, sino por una mayor ritualidad que permita vislumbrar que allí también hay encriptadas condiciones políticas y sexualidades en proceso.
La obra resulta no sólo interesante, sino importante, pues llevar a escena los ritos sociales de este tipo de lugares permite desnaturalizarlos, devolviéndolos por un momento a ese espacio en que la sexualidad sigue siendo misteriosa en sus formas, más allá de las normas que han intentado regularizarla, incluso más allá de las explicaciones a título de buena conciencia que han podido hacerse de ella y de los estereotipos con los que se intente describirla y darle coordenadas. Camilo Barajas Hernández
Se dio hasta fin 2014
Teatro La Comedia
Rodríguez Peña 1062 – Cap.
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