Actúa: Georgina Rey – Vestuario y Escenografía: Jorge López – Iluminación: Gustavo Dimas García – Música original: Anahí Parrilla Belfer – Violonchelista: Eugenia Turovetzky – Autoría: Griselda Gambaro – Dirección: Marcelo Moncarz
Ya antes de entrar a la sala hay un aroma chejoviano. El mismísimo director reparte torta de chocolate entre quienes esperan. Es la torta que ella –la querida del título- preparará con amor para cada persona que pasa por su vida, sin importar si es correspondida. Pasar al espacio contiguo es adentrarse en el cálido y mágico clima de un relato que atrapa, recreado por Griselda Gambaro a partir del escritor ruso, en un texto precioso y subyugante.
No hay detalles librados al azar en la puesta en escena que Marcelo Moncarz ideó para tan íntimo espacio. El arte teatral en todas sus facetas ha sido pensado y utilizado para generar un gran regocijo espiritual, conviviendo con la protagonista, haciéndose eco de sus vivencias que cuenta alegremente, sin rencor alguno, disfrutando lo que tiene, ilusionada en un devenir que casi siempre le es esquivo.
El carácter jovial y reflexivo, bonachón e inocente, generoso y necesitado del personaje, encuentra una sustancia perfecta en la estupenda interpretación de Georgina Rey, que Moncarz aprovecha con sutileza y sabiduría. La actriz no descuida un segundo su ímprobo trabajo, transmitiendo constantemente lo que siente y emocionando al espectador con sus variopintos avatares. Rey se entrega en cuerpo y alma, ayudada por un vestuario de sorprendente realización, que a modo de alter ego replica una violonchelista, pintando musicalmente cada momento escénico.
Las frías tardes que se adivinan a través de la ventana, quizás tamizadas por el vuelo de una solitaria gaviota, son propicias para saborear una taza de té que Olga prepara gustosa para ser escuchada, para ser comprendida, para ser querida. Martin Wullich
Martes a las 20
Hasta Trilce
Maza 177 – Cap.
(011) 4862-1758
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