Soy una canción – Actúa: Laura Conforte – Vestuario y Escenografía: Jorge López – Iluminación: Sergio Iriarte – Texto: Paula Marull – Puesta y Dirección: Marcelo Moncarz
En Soy una canción Laura Conforte no canta. Quizás haya encontrado una nueva forma de cantar con la expresividad y el peso de las palabras que pronuncia. Uno se pregunta: si en esta obra cantara, ¿cuál sería su canción?, ¿un tango, un bolero, un aria de ópera, un lamento flamenco? Pegada a un sillón que la atrapa, su personaje recorre momentos casi fotográficos de su vida, recuerda detalles como una nuez posada sobre una torta y también teje un discurso para enfrentarse al hombre que la maltrató. En este caso no ha sido maltrato físico, sino psicológico.
El texto de Paula Marull va envolviendo sutilmente al espectador hasta que este se encuentra sumergido en una telaraña de la que no puede escapar, construida con los pensamientos de la protagonista. Ella reflexiona, toma conciencia sobre su propio cuerpo: sus piernas, sus manos, se encuentran entumecidas hasta que poco a poco van despertando. Su mano está ocupada tocando su pelo y ese acto casi compulsivo es de las pocas acciones que se desarrollarán porque el foco está puesto en lo relatado, en esas acciones que no vemos. Conforte, quien ha sabido brillar en La novicia rebelde y Casi normales, nos ofrece aquí un trabajo más despojado, con gran intensidad y dramatismo, donde debe ahondar en el arte de la descripción, tanto de objetos como de sentimientos.
El director Marcelo Moncarz viene trabajando obras de distintas autoras argentinas con monólogos de personajes femeninos: comenzó con Mi querida, de Griselda Gambaro, y continuó con La maldecida de Fedra, de Patricia Suárez. Marcelo Moncarz guió sabiamente a Conforte, quien se luce en su sólida interpretación. La dúctil actriz le pone el cuerpo a esta mujer desanimada por el fracaso amoroso y que aprovecha esta circunstancia desfavorable para profundizar en su propio dolor, yendo hasta su esencia, hasta lo más íntimo. Lo que recordamos muchas veces suele estar asociado a hechos dolorosos; esta mujer trata de encontrar lo punzante, aquello que se ha anclado en su memoria porque de alguna manera la ha perturbado.
Con formación en danza clásica y acostumbrada a las grandes producciones de los musicales, la cantante se inserta en esta ocasión en una puesta minimalista donde la voz también es fundamental, porque es la única herramienta que puede romper ese silencio tan aterrador, que todos tememos enfrentar. Ella debe obligar a su cuerpo a detenerse en una quietud exasperante. Las expresiones faciales y los gestos mínimos le aportan valor a este texto, donde lo subrayado y lo sugerido se entrelazan en una danza constante creando una melodía del desamor. Milly Vázquez
Se dio hasta fin de 2017
Teatro Hasta Trilce
Maza 177 – Cap.
(011) 4862-1758
hastatrilce.com.ar
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