Hijo de mil – Autor y Actor: Pablo Finamore – Vestuario y Escenografía: Alejandro Mateo – Música: Joaquín Segade – Dirección: Marcelo Nacci
El argumento convoca. Está basado en el encuentro entre Gustav Mahler y Sigmund Freud en 1910, a propósito de una crisis marital que sufre el compositor, por supuesta impotencia sexual y la sospecha de que Alma, esposa y madre de sus hijos, tiene un romance clandestino con otro hombre.
El texto es sólido. A partir de esta anécdota despliega un acervo histórico, especie de repaso por antiguas culturas e imperios, al respecto de la voluptuosidad femenina y las libertades sexuales que más tarde la era cristiana se ocupó de perseguir y condenar, porque el modelo se fijó en María, virgen inseminada por el espíritu, sin acceso carnal. Algo biológicamente imposible, pero a la luz de la religión católica, real.
Mahler está atorado ahí y Freud lo invita primero a pronunciar, y después a reconocer, las virtudes de su Alma puta. Pablo Finamore monologa ambos personajes, al tiempo que le saca sonidos a un teclado y transpira, rodeado de arena, vestido de saco y remera con la estampa de la virgen, madre de Jesús, hijo de Dios. Hay decisiones sugerentes de Alejandro Mateo en vestuario, Gustavo Di Sarro en escenografía y Joaquín Segade. el autor de la música.
El público conecta. Se ríe. Putea a coro con Finamore. Nadie se crispa con los ecos redundantes de la palabra puta pronunciada tantas veces, con ganas, sin tapujos ni afán de suavizar. Marcelo Nacci apuesta por una dirección concreta y activa del lado de Freud, no de Mahler, y cae bien en la sala, en general afín con esa rama del psicoanálisis.
Luego, siendo la mujer y su rol en la sexualidad, el eje transversal de la obra, resulta monocromático, podría decirse desbalanceado, el punto de vista y el tratamiento del tema. No es machista, pero sí demasiado masculino. La mujer no aparece como sujeta, en tanto que se sabe libre y decide cómo y a cuántos se quiere coger; sino más bien es la hembra, el puro objeto de disfrute al servicio del emperador, rey, compositor, terapeura, en definitiva el macho; primero cuando es madre y lo amamanta, después cuando sirve para gozar y/o fecundar.
Hijo de mil es una obra entretenida, provocadora, sin pelos en la lengua. No es careta y eso se disfruta. A título personal, me hubiera encantado ver aparecer una puta real, mujer encarnada, dueña de sí misma, que hiciera temblar a Mahler, o alimentara las fantasías del mismo Freud. Sin duda hubiera sido más equilibrado, pero para eso se requiere oír la voz de una mujer, y eso sería otra obra. Natalia Mejía
Se dio hasta mediados 2016
Teatro El Extranjero
Valentín Gómez 3378 – Cap.
(011) 4862-7400
elextranjeroteatro.com
Comentarios