Bodas de sangre – Actúan: María Onetto, Nicolás Goldschmidt, Miranda de la Serna, Luciano Suardi, Alfredo Staffolani, Laura Nevole, María Inés Sancerni, Claudia Cantero, Maruja Bustamante, Florencia Bergallo, Agustín Daulte, Julián Ekar, Rita Pauls, Nadia Sandrone, María Soldi, Max Suen, Mbagny Sow – Coreografía y Bailarines: Pablo Lugones, Eugenia Roces – Cantaora: Nina Loureiro – Música y Sonido: Diego Vainer – Iluminación: Jorge Pastorino – Vestuario: Pablo Ramírez – Escenografía: Guillermo Kuitca, Rodrigo González Garillo – Dramaturgia: Federico García Lorca – Dirección: Vivi Tellas
Lírica y salvaje a un mismo tiempo. Así es la obra —así también fue su vida— de Federico García Lorca. Una combinación única de belleza y fatalidad, de pasión y furia. Así también es Bodas de sangre, tragedia clásica del teatro español, escrita en 1931, que alterna textos en prosa y en verso para narrar una historia de amores, tradiciones malsanas y desencuentros.
Se dice que García Lorca se inspiró en un hecho real para escribir esta obra maestra. Al parecer, en 1928, en una localidad de Almería, una joven llamada Francisca Cañadas Morales había aceptado casarse con un campesino de nombre Casimiro Pérez Pino. Es probable que tal aceptación no haya sido en verdad del todo libre, pues la misma noche de la boda la novia se escapó con un primo del cual estaba enamorada, Paco Montes, quien pagó la afrenta con tres balas que recibió en su cuerpo.
Quizás para darle alguna resonancia shakesperiana, García Lorca sumó algunos ingredientes a su obra, como una rivalidad entre familias y la muerte de los dos pretendientes varones. También un encuentro amoroso fallido, en medio de una noche iluminada por una luna enloquecedora. Es en este sentido destacable la escenografía ideada por Guillermo Kuitca, en el inicio de la segunda parte, con un imponente bosque que surge desde la base de la Sala Martín Coronado, acompañado por la luna en cuestión.
La puesta de Vivi Tellas complementa elementos tradicionales con otros que apuntan a cierta renovación. Los vestuarios contextualizan en el primer sentido y nos ubican en una campiña española, aunque en rigor los espacios también podrían pertenecer a cualquier otra geografía y tiempo. Son elementos marginales, como el rol travestido de la criada de la novia, los que nos recuerdan que estamos en una dimensión alternativa. La sangre, en todos los casos, es siempre la misma. Es la que nos habla de la tragedia de una muerte violenta, prematura, inútil, que cancela la posibilidad de mejores destinos.
La música juega un rol similar. La presencia de la cantaora Nina Loureiro y de dos bailarines nos ancla a la tradición propuesta inicialmente por el autor. Pero cuando ya nos hemos convencido de estar allí, un zapateo se combina con un pulso electrónico in crescendo que transforma al cabo la escena radicalmente, como para mostrarnos que en definitiva las pasiones humanas son siempre las mismas, en cualquier tiempo y lugar.
El elenco reunido para esta versión de Bodas de sangre es potente y efectivo, pero vale la pena destacar el desempeño de las dos actrices principales, María Onetto como la madre del novio y Miranda de la Serna como la novia. Alfredo Staffolani y Nicolás Goldschmidt encarnan con muy buen tono a los dos amantes rivales.
Con un cuchillo, con un cuchillito, en un día señalado, entre las dos y las tres, se mataron los dos hombres del amor. Con un cuchillo. con un cuchillito que apenas cabe en la mano, pero que penetra fino por las carnes asombradas y que se para en el sitio donde tiembla enmarañada la oscura raíz del grito.
Las palabras de Federico García Lorca vuelan, con una belleza que sólo puede ser equiparable a su crudeza. Nos hablan del destino de los protagonistas, pero también de las pasiones que son comunes al género humano. Ponen en tela de juicio tradiciones vetustas ancladas a orgullos estériles. Introducen una crítica relativa al lugar que nuestra cultura le tiene destinados al amor, a la mujer, al disidente.
Sobre el final, el texto —impecable y al mismo tiempo implacable— desborda, aumentando la tensión mediante ecos y repeticiones que desconciertan al público, que tarda unos segundos en comprender de dónde provienen. Desborda, como a veces desborda la sangre, hasta desembocar en un sordo alarido. Germán A. Serain
Madeja, madeja, ¿qué quieres hacer? / Jazmín de vestido, cristal de papel. / Nacer a las cuatro, morir a las diez. / Ser hilo de lana, cadena a tus pies / y nudo que apriete amargo laurel.
Madeja, madeja ¿qué quieres cantar? / Heridas de cera, dolor de arrayán. / Dormir la mañana, de noche velar. / El hilo tropieza con el pedernal. / Los montes azules lo dejan pasar. / Corre, corre, corre, y al fin llegará / a poner cuchillo y a quitar el pan.
Madeja. madeja, ¿qué quieres decir? / Amante sin habla. Novio carmesí. / Por la orilla muda tendidos los vi. / Corre, corre, corre el hilo hasta aquí. / Cubiertos de barro los siento venir. / ¡Cuerpos estirados, paños de marfil!
Miércoles a domingos a las 20
Teatro San Martín, Sala Martín Coronado
Av. Corrientes 1530 – Cap.
0800-333-5254
complejoteatral.gob.ar
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