Áspera y sensible – Intérpretes y coreógrafas: Ximena Ayerbe, Mariana Carli, Guadalupe Seregni, Luciana Seregni y Luciana Spadafora – Sonido y Músico en vivo: Daniel Figueroa – Iluminación: Eduardo Spindola
Sorprendente y singular, Áspera y sensible seguramente se hizo por y para la casona que lo alberga. De otro modo parecería inconcebible. El viejo edificio situado en un rincón de la Boca, con sus altas veredas, es otro protagonista más, desde el comienzo, desde que se ingresa a ese reducto casi onírico, con tenue iluminación e incontables recovecos que se descubren en el devenir de la obra. Todo lo que ocurre tiene algo de oscuro misterio.
Menos de 20 espectadores esperan pasar a una sala de teatro, que no existe. Mil imágenes surgen en la mente, y otras mil entrarán por los ojos cuando sin previo aviso y como quien pasaba por ahí, unas jóvenes comiencen a pavonearse graciosa y sensualmente, remedando quizás lo que pudo ser antaño una casa de lenocinio. Un viejo combinado deja escuchar ritmos arrabaleros en la sintonía imprecisa de su tembloroso dial. El público –que no ha recibido instrucción alguna- se asoma, con curiosidad, a observar. Algunos pispean desde afuera, otros se atreven a poner un pie dentro de la salita y hasta alguno logra apoyarse en la pared para convertirse en inesperado voyeur.
Repentinamente, las muchachas pasan a la habitación contigua, con una vieja bañera en la que jugarán como si tuviera agua. Tomarán cascos de mineros y con luces encendidas correrán a otros rincones donde su acción parecería ser necesaria. Los espectadores, atónitos, saben ya que deberán ir detrás de ellas, hacia un nuevo punto de la desvencijada construcción, en donde otra increíble visión conturbará sus sentidos. Los ritmos musicales cambian constantemente, desde melodías de otrora hasta la más altisonante música tecno que funcionará imprevistamente en un angosto pasillo devenido discoteca. Sin solución de continuidad, en otro ambiente parecerá homenajearse a la Pacha Mama.
Ellas se moverán, caminarán, bailarán, saltarán y hasta reptarán al compás de cada son, a veces con impensadas coreografías, a veces con el solo movimiento de sus gestos o miradas esquivas. La casa mostrará hasta los cimientos, en donde se sumergirán quizás en busca de sus orígenes. El único hombre del elenco incorporará su imaginativa e infinita percusión, armónica o disonante, a los ritmos reinantes. Hasta sus pies se humedecerán en un estanque en donde jugará con sonidos de botellas, a las que llenará de agua, vaciará parcial o totalmente, y volverá a blandir un elemento que, golpeando el vidrio, producirá inverosímiles notas.
La creativa iluminación, que utiliza desde lámparas convencionales hasta rojas balizas de emergencia, jamás mostrará todo. Esa es la gracia. Será casi en el momento final donde la blanca luz aparezca en la última de las salas. Entonces, al compás de movimientos de pies y chasquidos de dedos, hasta algunos espectadores acompañarán la inusitada propuesta, poniendo de sí la energía para terminar de conformar la mágica unión entre seres que, con el arte de la danza como bandera, brindan una muy llamativa puesta en escena que vale la pena experimentar. Martin Wullich
Se dio hasta 2010
Querida Elena Sencillas Artes
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