En el marco del ciclo Italia XXI, y como parte del Festival Buenos Aires Danza Contemporánea, la Compagnia Zappalà Danza presentó su espectáculo I am Beautiful. Este título remite a la escultura homónima de Rodin, inspirada a su vez por el primer verso del poema La Beauté de Charles Baudelaire: “Je suis belle, ô mortels! comme un rêve de pierre”. Y si bien es verdad que la piedra esculpida puede capturar la belleza magnífica de un momento detenido para siempre en el tiempo, no menos cierto es que si esa estatua pudiese pedir una gracia, seguramente sería que se le concediera el don del movimiento. Esta transfiguración tiene un lugar central en este trabajo de Roberto Zappalà, cuya compañía, fundada en 1990, demostró por qué es considerada entre las más interesantes del panorama de la danza contemporánea europea.
El sonido de un fuerte golpe, dos golpes… Esto es lo primero que recibe el espectador. Luego, la vista de un enorme cortinado circular, confeccionado con largas tiras blancas, que oculta pero al mismo tiempo permite ver lo que hay detrás. A través de ese cortinado entrarán y saldrán diez bailarines, cinco varones y cinco mujeres. Lo que se percibe detrás del cortinado es una batería, ubicada en lo alto, en una plataforma elevada. La danza comienza con la música que surge de ese único instrumento, aunque pasados unos minutos, otros cuatro instrumentistas, en sendas plataformas, sumarán percusiones e incorporarán sonidos y colores. Se añadirán así un bajo, una guitarra eléctrica, un clarinete, también habrá canto y, sobre todo, muchas secuencias de sonidos electrónicos.
Visceralidad, precisión, simplicidad y belleza, son algunas de las palabras que vienen a la mente al presenciar I am beautiful, estrenado en el Teatro Comunale Claudio Abbado de Ferrara en 2016. La presencia de la música interpretada en vivo le otorga al espectáculo un matiz adicional muy especial, llevándolo más allá de lo meramente coreográfico. Al comienzo la música, realizada exclusivamente con percusión, le da a la danza un fuerte matiz tribal, primitivo y en cierto modo salvaje.
La segunda parte de I am Beautiful, en cambio, elaborada sobre una base de pulsos electrónicos, es mucho más detenida, y nos recordó fuertemente la estética del film 2001 Odisea del espacio de Stanley Kubrick. Los desplazamientos, los cuerpos entrelazados, que parecen orbitar unos en relación a los otros, desafiando las leyes de la gravedad, se combinan con un efectivo juego de luces y una poética del movimiento muy atractiva, aunque por momentos llegamos a desear un poco más de dinamismo.
Ambos bloques están divididos por un sencillo cambio de vestuario, sin mayor pretensión que la de destacar la belleza de los cuerpos, realizado durante una muy interesante participación del ensamble musical, que con gusto hubiésemos apreciado en otras intervenciones al margen del cuerpo de danza. De hecho, la primera crítica que nos permitimos hacer es que tras el apagón que en definitiva marcará el final, por un momento nos quedamos esperando un tercer bloque, un segundo intermezzo musical, un segundo cambio de vestuario.
No es que la presentación en sí misma, con sus 65 minutos de duración, sea breve, sino que la parte inicial del espectáculo tiene tanta potencia y variedad, que el espectador tiende a desear que ese ritmo se mantenga. De hecho, la segunda parte bien podría haberse abreviado sin desmedro de la idea coreográfica.
De todos modos, I am Beautiful es realmente bello, además de novedoso, y quienes asistieron seguramente quedaron plenamente satisfechos. Comentario para los organizadores: sabemos que la situación económica es crítica y cada detalle supone un costo, pero faltó un programa de mano que le permitiese saber al público algo más del espectáculo que había ido a ver. Una simple hojita con los datos fundamentales de la compañía y la obra, los nombres de los músicos, la referencia a Rodin, acaso el poema de Baudelaire, hubiese sido suficiente. Germán A. Serain
Fue el 14 de octubre de 2018
Teatro Coliseo
M. T. de Alvear 1125 – Cap.
(011) 4816-3789
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