En Ataca Kamchatka, su poemario, la ternura y la pasión conviven. Son poemas donde varios paisajes se entrelazan, los cuerpos persisten y la noche es una constante. Con un componente lúdico que realza la intensidad de los poemas, Mirtha Caré logra describir esas sensaciones que se inscriben en la piel. Son textos donde lo visual impacta. En esta entrevista, la autora nos cuenta los detalles de este primer libro especial para vivirlo a través de las deliciosas breves escenas que narra. “Una palabra dicha, así como al azar, puede quedar dando vueltas dentro de mí durante mucho tiempo. Y un día germina, cobra un sentido y crece”.
¿Cuál es el punto de partida de Ataca Kamchatka?
Los poemas de Ataca Kamchatka los empecé a escribir en abril de 2019, sin imaginar que tres años después se iban a convertir en libro. Escribí a partir de la necesidad de poner en palabras situaciones, sentimientos. Con esa necesidad posesiva de guardar momentos para seguir saboreándolos después.
¿Cómo elegiste el título del poemario?
El título vino por una palabra: China. Que resonó un día en mis oídos y como respuesta automática pensé: ataca Kamchatka. En conjunto, es una frase del juego TEG (Tácticas y Estrategias de Guerra): “China ataca Kamchatka”, que se hizo famosa en los noventa por una publicidad. No me preguntes cómo apareció en mi cabeza. Pero justo buscaba para el título una frase que encerrara todo: la guerra (como algo lúdico), el juego como juego mismo, y un territorio. Porque en ese momento estaba escribiendo el viaje que integra el poemario y me gustó la idea de que se desarrollara en la península de Kamchatka. Me pareció perfecto, lo tenía todo. Después, en el proceso de edición, se simplificó —y complejizó a la vez— y quedó Ataca Kamchatka. De eso puede hablar mejor la editora…
¿Cuáles son los paisajes que habitan el libro?
Por un lado, están los paisajes de la península rusa de Kamchatka: un territorio de hielo y fuego, con montañas nevadas y volcanes iracundos, que utilizo como metáfora. Porque el territorio por el que viaja la protagonista de esta historia es el cuerpo (propio y ajeno). Y por otro lado están las calles, los lugares donde escribí los poemas. Calles de capital, del conurbano. Lugares que habité y que guardan para siempre un pedacito de Kamchatka.
¿Considerás que el amor o el desamor ha sido la gran fuente de inspiración para estos poemas?
En realidad, mi fuente de inspiración fue (y es) la pasión. La vida, con sus idas y vueltas, sus subidas y bajadas. Lo cotidiano sorprendiéndome. Un mensaje de texto, un vidrio hecho añicos, el miedo, una mirada profunda, un beso. También me mueve mucho la curiosidad.
¿Te parece que es un poemario que se apoya mucho en lo visual y lo sensorial?
Sí, totalmente. No podría ser de otra manera, yo necesito “visualizar” para entender, así que lo visual es, para mí, parte necesaria para transmitir. Y también soy profundamente sensorial. Así que desde ahí escribí, desde la observación propia, desde lo que se siente en la piel y en la cabeza. Mirando el entorno y mirando al otro.
¿Cuánto tardaste en darle forma a este primer libro?
Ya me habían publicado algunos poemas en revistas de acá y de España. Pero sobre todo publico notas y entrevistas que hago sobre lo que otros escriben. ¡Ya me tocaba! (risas). Para darle forma tardamos casi un año. Hablo en plural porque lo hice en compañía de María Staudenmann, mi amiga y editora de Esa Luna Tiene Agua.
¿Los poemas tuvieron un proceso de edición? ¿Cómo fue el trabajo?
Sí, claro, hubo un largo proceso de edición. Esa parte la disfruté un montón, María es una persona sensible y respetuosa, firme en algunas decisiones, pero siempre respetuosa. Quedaron unos cuantos textos afuera, no todo lo que escribí podía encuadrarse dentro de la poesía, o no tenía el mismo tono. Hubo que corregir y también hubo que ordenar. Si bien tienen un orden cronológico (respetado en su mayoría) para darle forma tuvimos que hacer pequeños cambios.
¿Cuál es el tono reinante en el poemario? ¿Romántico, de ironía, de cierto humor, reflexivo?
Yo creo que reina la ternura en su forma más primitiva, salvaje. Suena un poco ambivalente, pero así lo siento, podría decirse que es una ternura sin domesticar. Una ternura a tarascones. Aunque también tiene un poco de todo eso que mencionás. Lo de romántico lo descubrí con las lecturas ajenas, yo no me percibo muy romántica que digamos, soy más bien apasionada, eso sí. Y creo que una cosa no es menos ni más que la otra.
¿Te parece que en toda relación de amor hay un componente de guerra como esta idea que propone Giselle Aronson del conquistado y el invasor?
Lo de la guerra acá no es más que un juego. Y creo que Giselle captó bien el mensaje de este juego del invasor y el conquistado. Y que no se sabe bien quién es quién, ni siquiera si hay uno. Creo que en toda relación apasionada (más allá o más acá del amor) hay un componente de guerra. De guerra cuerpo a cuerpo. No de guerra en cuanto a pelea, ni en cuanto a posesión. De guerra como en un juego de grandes.
¿Hay algo lúdico en tu escritura?
Mucho. En Ataca Kamchatka, en particular, juego, por ejemplo, con los títulos. Casi todos hacen alusión a algo más que no tiene que ver únicamente con el poema al que pertenece, y a veces le cambian y otras le refuerzan el sentido. Juego con los finales, juego a través de distintos recursos literarios. No siempre todo es lo que parece y eso me divierte.
¿Qué simbolismo y qué presencia tiene la noche en tus poemas?
Tiene una presencia muy fuerte. En mis poemas hay dos clases de noche: las noches que atesoro y las que odio. La noche es todo un tema para mí: no me gusta, no me llevo bien, no nos entendemos. Es traicionera. Por un lado, es la que cobija y por el otro la que suelta los fantasmas. La noche ronda todo el libro, escribirla es una especie de exorcismo. Aunque en estos poemas, por suerte, prevalecen las que quiero.
¿Creés en la palabra como semilla, como dice María Staudenmann?
Sí, totalmente. Las palabras en mí germinan y crecen. Una palabra dicha, así como al azar, puede quedar dando vueltas dentro de mí durante mucho tiempo. Y un día germina, cobra un sentido y crece. Y esto te lo digo con respecto a la vida diaria, así que, imaginate, es imposible para mí no llevarlo a la escritura. La palabra es semilla, siempre.
Ataca Kamchatka (2022)
Mirtha Caré
78 páginas – 21 cm. x 15 cm.
Ed. Esa Luna Tiene Agua
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Mirtha Caré nació en la provincia de Buenos Aires en 1970. Es periodista y correctora de textos. Durante casi diez años fue productora y columnista de Qu, revista de literatura y arte. Hoy está a cargo de la sección “Libros con Eme” del medio periodístico El Café Diario, donde también firma reportajes y artículos de actualidad. Además, colabora con Burak, espacio cultural independiente, y es cofundadora del estudio de corrección de textos agua ardiente. Si bien la lectura la acompaña desde niña, la poesía le llegó de grande y de a poco. Tiene poemas publicados en Argentina y España. Ataca Kamchatka -cuarenta y ocho poemas y un viaje- es su primer poemario editado.
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