Una manera de honrar la patria donde uno vive, sufre y ama, es saboreando sus músicas y su poesía. Los sonidos de tierra adentro y sus historias nos vuelven a conectar con el suelo natal sea que estemos allí o que la vida nos haya llevado a otras tierras. En nuestro folklore, el piano es, además de la guitarra, uno de los instrumentos utilizados por los artistas para capturar el alma de lo que cantaban y escuchaban quienes habitaron este suelo antes que nosotros. Y si a la música se la acompaña con versos, el maridaje es perfecto. Así sucede con Palabras y sonidos de la tierra. Desde un acogedor living con luces tenues, el piano de María Laura del Pozzo y la voz de Christian Lauria dieron un renuevo a los versos de un poeta e intelectual argentino: Ricardo Rojas (1882-1957), cuyo nombre subsiste principalmente en un centro cultural universitario y en una casa-museo del barrio de Palermo, pero del que se conoce muy poco.
Nacido en Tucumán, Rojas pasó su infancia en Santiago del Estero. Luego migró a Buenos Aires, fue docente, escritor, rector de la Universidad de Buenos Aires, y por sus ideas políticas fue perseguido y enviado a Ushuaia—aunque nunca estuvo alojado en las celdas de su célebre presidio. A Rojas, la Argentina le debe el hecho de haber sido quien le dio orden y forma a su corpus literario: los ocho volúmenes de la Historia de la Literatura Argentina es un logro ciclópeo de quien fuera también el autor de El Santo de la Espada, biografía novelada del General José de San Martín que Leopoldo Torre Nilsson llevó al cine.
Rapsodia del quebracho volteado fue el poema elegido para abrir la serie de poesía y música: la historia del noble árbol que resistió los embistes del paso del tiempo y de la naturaleza, para caer derrotado por obra del hombre, y así y todo, seguía albergando alguna forma de vida. Lo siguió la zamba 7 de abril, en versión de Manuel Gómez Carrillo. Sobre esta zamba que se remonta a tiempos lejanos sobrevuela el misterio sobre su génesis, pero existen dos versiones: una de Andrés Chazarreta, y la de Gómez Carrillo. Siguieron la Vidala del regreso, una emotiva evocación del pago, y la melancolía de Voces del pajonal, de Floro Ugarte.
El fresco del río, sus tranquilas noches y el canto del zorzal se sienten en Rincón nativo; Ángel Lasala enmarca estas sensaciones en Cantar. Las Tres norteñas de Enrique Mario Casella se intercalaron con Bandeña, un hermoso poema que recuerda Antajé, pueblo de La Banda, Santiago del Estero, donde el poeta pasó su infancia; luego con El arpista ciego y, finalmente, con Melera, magistral combinación casi sinestésica de la dulzura de la miel y los suaves sonidos de la lengua quechua. Para el final, Alberto Williams estuvo presente con La colina sombreada, precedido por Romance de ausencias: la idea recurrente de los generosos árboles del terruño que dan su sombra y que, para el nativo, no tienen comparación con los árboles de otros lares.
Un delicioso evento con el talento al piano de María Laura del Pozzo y la recitación clara y sentida de Christian Lauria, quienes con amor y pasión por lo nuestro nos ayudan a recordar quiénes somos y cuáles son las fibras íntimas que entretejen nuestro ADN argentino. Viviana Aubele
Palabras y sonidos de la tierra
se dio la noche del 25 de mayo de 2021
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