LA MARTINA, penosa actitud

No pretenda nada si no tiene ticket, ni siquiera buen trato

Festejo de cumpleaños con invitados. Un montón de regalos. Al otro día uno quiere cambiar una prenda pues no le convence el color, o el estilo, o el tamaño no es el correcto. Se fija la marca y parte hacia uno de los locales. En este caso, La Martina en el shopping Alto Palermo, con una camisa sin abrir, en su embalaje original, sin haberle sacado ninguna de las etiquetas, ni los alfileres, ni los papeles, ni el celofán, ni el taloncito con el logo, ni la estampilla de importación pues es de origen italiano, ni todos los indicativos de que no fue probada, ni siquiera desdoblada. Le digo al empleado que quiero cambiarla por un talle menos. Me pregunta si tengo la boleta de cambio. Le digo que entre tanto regalo seguramente ha ido a parar a la basura, pero puede ver que la camisa no está siquiera abierta. Responde que consultará con la encargada.

La encargada viene con cara de enfado y actitud molesta. Cuando pregunto su nombre, refunfuña “Isabel” -por supuesto, sin apellido-, tras lo cual me dice que necesito el ticket sí o sí para cambiarla. Insisto en que es un cambio de talle y que la camisa está como se sacó de sus mismos estantes. Ella, inmutable, dice: “lo lamento, son las políticas de la casa”. Le respondo que “comprendo las políticas, pero donde fácilmente se comprueba que el producto es flamante y lo único que pretendo es un cambio de talle, esta actitud -viniendo de una marca que se precia de cierta calidad y atención al público- me parece lamentable”, y pido hablar con un responsable que sepa comprender. Respuesta de la encargada: “no le puedo dar con nadie, cualquier cosa pruebe en otra sucursal o en la página web”. Agradezco a los empleados, uno de los cuales, ante la necedad de la tal Isabel, opina –al igual que yo- que también le parece lamentable, pero claro, nada puede hacer.

La Martina se equivoca. La Martina se convierte, con esta actitud deplorable, en una suerte de supermercado textil que vende ropa tipo polo y deja de ser una boutique que hace sentir bien al cliente, en aras de comerciar masivamente y sin el personal trato que todo comprador de ciertos productos espera. Horrible. Martin Wullich

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