En la primera visita a nuestro país del tenor italiano Vincenzo Costanzo, el programa elegido llamaba la atención por lo ecléctico: 5 arias, 3 canzonettas y 3 ejecuciones de piano solo, mezclando Puccini, Cordiferro, Chopin, Verdi, Liszt, De Curtis y Migliacci. El pianista Giovanni Auletta, antes del comienzo del recital dijo, en fluido castellano, que “Costanzo ha tenido una temporada muy difícil pues estuvo muy cercano a una pariente que está luchando para vivir; por eso queremos dedicarlo a todos los que están en la misma situación, y hacerlo desde la oscuridad de una noche donde el protagonista es consciente de que va a morir (E lucevan le stelle) y finalizaremos con una noche de esperanza (Nessun dorma)”.
Quizá haya sido una excusa para explicar por qué Costanzo brindó un concierto pobre y errático en lo vocal, a tal punto que necesitó cantar con micrófono. Ni así logró disimular agudos socavados, falta de colocación de la voz y algunas desafinaciones. Si bien tiene un color atractivo, sonó abúlico en su expresión. Por momentos parecía no sentir el personaje ni lo que cantaba. Sólo al final evidenció cierta alegría con Volare, instando al público a corearla junto a él. A La donna è mobile le faltó gracia. A Addio fiorito asil le faltó drama. Al resto le faltó pasión.
Tampoco Auletta brilló en sus ejecuciones, opacadas también por el empaste de notas producidas por la mala –e innecesaria- amplificación del piano, instrumento que requiere un gran conocimiento y el uso de micrófonos precisos para sus cuerdas percutidas. Si bien acompañó dignamente a Costanzo, tocó impersonalmente la Balada No. 1 op. 23 de Chopin, y le faltó carácter en la paráfrasis de Liszt sobre Aída de Verdi así como en la Tarantela S.162 de los Años de Peregrinaje.
Una apertura de temporada de una organización del nivel de Nuova Harmonia merecía algo mejor. Martin Wullich
Fue el 4 de abril de 2018
Teatro Coliseo
Marcelo T. de Alvear 1125 – Cap.
(011) 4816-3789
Nuova Harmonia
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