Ver cine argentino por sólo 8 pesos es una gran oportunidad que ofrece la mítica sala Gaumont, en el barrio de Congreso, donde hacia mediados de los ’70 se iba a ver películas en la pantalla gigante del Cinerama. Allí se exhibe el filme Una mujer sucede, dirigido por Pablo Bucca.
Después de la lluvia torrencial bastante inverosímil de la escena inicial, comienza el relato: el velatorio de una mujer cuyo nombre se desconoce . Tres hombres -muy bien encarnados por Oscar Alegre, Eduardo Blanco y Alejandro Awada-, sólo tres hombres alrededor del cajón, van relatando sus historias acerca de la identidad de la muerta.
Viviana Saccone compone un tríptico; es la protagonista de las tres historias de esa mujer. Tal es la versatilidad de la actriz que sólo cuando se llega a la tercera historia, el espectador se da cuenta de que el segundo relato la tiene también a ella como protagonista. Al final de sus enseñanzas Jacques Lacan señala su interés por los que denomina nudos borromeos -definidos como “cadena de tres, tal que al desatar uno de los anillos de esta cadena, los otros dos se deshacen”- y su utilidad en psicoanálisis.
Esta referencia al gran psicoanalista francés nos sirve para recalcar que la estructura de la película es nodal, como en Lacan. Existe un anudamiento, ya no de los tres registros sino de las tres historias narradas por los hombres presentes en la solitaria sala del velatorio.
Hablando de nudos, podríamos decir que este film en donde ambientación y vestuario están muy bien logrados, es también un nudo gordiano, en el que la dificultad no se puede resolver y el obstáculo difícil de salvar es el final incierto, dudoso e indefinido. Marcos Alonso