En el curso “Historias de y desde las disidencias sexuales”, dictado en septiembre por Cecilia Wahren en UDESA, conocí a Sofía Ratto, alumna de la Licenciatura en Humanidades de dicha universidad, música y escritora.
Sofía Ratto nos responde algunas preguntas sobre qué significa ser disidente en la sexualidad en nuestro país en pleno siglo XXI, y también cómo se vive la disidencia en ámbitos como el académico o el artístico y musical. También abordamos la relación entre arte y política y la performatividad de género. Sofía Ratto nos plantea la siguiente pregunta: ¿existe un progreso o un avance de los derechos humanos en el tiempo, o es solo una idea capitalista ligada a la forma de construir la historia y el mundo en base a un sistema lineal de producción?
“Desarticulemos todas las ideas fijas y quememos el arte para hacerlo piel. Las normas de la escritura quieren encasillar los códigos mentales. Teorías, religiones, ideologías, ¿para qué? Nos encapsulamos en mapas mentales que creemos correctos y nos limitamos a ver el mundo a través de un prisma monocromático”, nos dice en Colapso Introductorio, un tema de su último álbum Polifrágil. La idea parece ser cambiar la monocromía por un mundo poblado de una multiplicidad de colores.
¿Qué significa ser disidente en la sexualidad, Sofía Ratto?
Después de siglos y siglos de ocultarnos en armarios, hemos tomado el coraje de salir a la luz e inundar el mundo en arcoiris. Silenciarnos es oprimirnos. Ser disidente conlleva una actitud hacia el mundo, empoderarse, sentirse orgullose de lo que une es y siente. Ser disidente es aceptarse y ayudar a quienes todavía están en proceso para ello. La disidencia es paralela a la norma; nunca nos vamos a integrar porque no queremos perdernos en la opacidad y en las intenciones homogeneizantes de la ley moderna, de los Estados-nación, del cisheteropatriarcado. Hablar de “diversidad” no es más que otra forma de opresión que nos imponen. Lo que no se nombra no existe, y ser disidente es mostrarnos para visibilizar las realidades difíciles que vivimos, pero siempre con orgullo y espíritu de lucha. El “cisheteropatriarcado” es un término creado por la comunidad LGBTTIQ+ para visibilizar el mundo que se construye no solo desde lo masculino sino también en términos de heterosexualidad obligatoria y cisnorma. El cisheteropatriarcado supone un dominio social y cultural basado en el binarismo de género, en la heterosexualidad por encima de otras orientaciones sexuales y en el predominio del varón heterocis por sobre otras identidades.
Se habla de disidencias sexuales pero también se habla del género… ¿Cómo se diferencian ambos términos?
El sexo es lo genital y el género es la forma de habitarlo. A mí no me gusta decir que el género es la “autopercepción” de la propia cuerpa porque une nace así, no “se hace” trans, por ejemplo. Además, todo está en constante potencia de mutabilidad: ni el sexo ni el género son cosas estables o inmutables, siempre cambian. Yo creo que cada cuerpa que decide ser disidente toma una actitud política frente a la sociedad en la que habita, y eso va de la mano con el género. Sería muy difícil pensar en cuerpas sin volumen, en caras sin ojos. Lo mismo sucede con las disidencias sexuales: pienso que no plantearse nunca la relación de une misme para con su propia cuerpa es encarnar la norma, y eso se destruye automáticamente cuando comenzamos a cuestionarnos todo eso que nos han impuesto. Todo parte del género, de la propia cuerpa.
¿Cómo se relacionan el arte y la política con las luchas de género?
Creo que todo arte es político más allá de las ideologías. Habría que definir “lo político”, algo que yo creo surge de la propia cuerpa y de las experiencias que cada une tiene en la vida. Pienso que el arte y la política son elementos indisociables que dialogan entre sí para deconstruir las mentes y las cuerpas. Asimismo, las luchas de género también forman parte de esa unión arte-política porque cada cuerpa nace con una orientación y va mutando a través del tiempo. El arte y la política son pilares indispensables a la hora de definirse o elegir un género fluido, y también para decidir no estructurarse en una etiqueta. La cuerpa es política, y la cuerpa es arte.
Sofía Ratto ¿cómo se vive ser disidente en la música, el mundo académico y las artes?
Por suerte las artes y la música son mundos flexibles, en constante movimiento, conscientes de las cuerpas y de la acción individual como potencia creadora. También hay mucho compañerismo en el mundo artístico, mucha tribu (por lo menos mi experiencia como música y estudiante de arte es esa). El mundo académico es distinto, hay cosas más cerradas y más reglas. No es tan libre, hay más riesgos si no encajas en las identidades establecidas por la norma cisheteropatriarcal. Igualmente, ahora está cambiando mucho, y el hecho de que, por ejemplo, se pueda usar lenguaje inclusivo en textos académicos es un gran paso, una gran visibilización de nuestras identidades disidentes.
¿Hay una tendencia a asociar la lucha por cuestiones de género con movimientos partidarios?
Por mi experiencia en Argentina y en comunidades queer, no sé si las cuestiones de género se asocian directamente con partidos políticos sino más bien con ideologías. Definirse en un partido creo que es exponerse a las contradicciones y limitarse, algo que las cuestiones de género deberían evitar porque la cuerpa está en constante movimiento y cambio. De más está decir que sería muy difícil estar involucrade en cuestiones de género y ser de derecha por la definición y el conservadurismo de esta ideología en sí misma. Creo que cada une va armando su propio partido en relación con los colectivos y con los géneros que une se relaciona. Es algo que más bien trasciende tanto lo personal como lo partidario.
¿Cómo ves hoy la cuestión de las disidencias sexuales en la Argentina? ¿Cómo lo vivís personalmente?
Creo que en las últimas décadas, por no decir la última, se ha avanzado mucho. Por un lado, el matrimonio igualitario, el cupo laboral trans y otros logros han visibilizado a la comunidad LGBTTIQ+ y nos están dando, de a poco, los derechos que nos corresponden. Por otro lado, siento que nuestra lucha no tiene que limitarse a lo legal porque el único territorio gobernable es la propia cuerpa. El Estado, máquina burocratizada y burguesa, siempre va a buscar la manera para limitar nuestras libertades e imponer las reglas de la forma que quiera. No creo en el concepto de Estado-nación, tampoco en el de las fronteras, por ende no puedo generalizar sobre una población híper heterogénea. En muchas provincias la cosa está jodida, hay mucha religión entrometida en la vida privada de cada persona, y mucha estigmatización hacia las disidencias. Al fin y al cabo, las autoridades aplican la ley de la forma y en el momento que ellas desean, sin importarles las vidas individuales. Con todo, creo que hoy hay una agenda queer en marcha y de a poco vamos logrando visibilidad, pero siempre parte de nuestra lucha. Justamente, somos disidentes; no nos cabe la categoría “diversidad” porque no queremos habitar ninguna norma, y menos la cisheteropatriarcal. Personalmente, trato de luchar por lo que soy y por lo que muchas personas queer somos en el día a día. Charlas con familiares, amigues, colegas, profes, vecines, y poner el debate en torno a lo LGBTTIQ+ sobre la mesa. Que no haya más silencio, que no haya más tabúes. Creo que si tuviese que definir un objetivo de lucha sería laissez-faire, que cada cuerpa pueda disfrutar y gozar la vida como desee, sin barreras que limiten el placer.
¿Cómo ves la cuestión de las disidencias sexuales a nivel mundial en pleno siglo XXI?
Es una pregunta muy amplia, pero la voy a responder con otro interrogante: ¿existe un progreso o un avance de los derechos humanos en el tiempo, o es solo una idea capitalista ligada a la forma de construir la historia y el mundo en base a un sistema lineal de producción? La realidad de hoy en día es que aproximadamente setenta gobiernos recriminan a las personas no heterocis, y eso, en mi opinión, está entrecruzado por cuestiones políticas y religiosas. Más allá de los estados están las personas, y el respeto hacia le otre es fundamental para no limitar las libertades de les demás. No puede ser posible que la ley baje línea sobre lo que cada une hace en su cama, sobre la forma en que cada une elige habitar su cuerpa. Tenemos que ser fuertes y unirnos, no solo en la comunidad LGBTTIQ+ sino también con aquellas personas (y son cada vez más, por lo menos en Occidente) que están a favor de la abolición de clases, tanto sociales como de género y de orientaciones sexuales. Una red con muches siempre es más sólida que una con poques. Creo que el mundo es una amalgama de intereses, y las cuestiones de género y de sexualidad siempre atraviesan todos los sistemas.
¿Se actúa el género o el sexo? ¿Cómo entra en juego el actuar o realizar una performance de nuestra propia identidad sexual?
Lo que se actúa es la performatividad de género (retomando a Judith Butler), es decir, la forma en que cada cuerpa se muestra al mundo, ligada a los estereotipos binarios de género. La performatividad dista mucho de ser binaria; yo diría que es más bien fluida, heterogénea, como un remolino con todos los colores. Muchas veces se llevan los estereotipos al extremo, y otras veces se crean identidades totalmente nuevas, como lo dragqueer. Como dice Lohana Berkins, “el travestismo constituye un giro hacia el no identitarismo”; los seres humanos somos un proceso, no un punto. Asimismo, las performances drags ponen en jaque todo el sistema cisheteropatriarcal (a mi me gusta llamarlo cistema) para hacer arte con la propia cuerpa. Liberarse de todos los estereotipos para nacer de nuevo en una piel que se habita por primera vez en cada performance, en cada acto efímero e itinerante. Y creo que eso está muy ligado a la performance de cada une en el día a día: siempre nos travestimos en distintas circunstancias, siempre somos vulnerables si nos quitamos las máscaras y nos mostramos como queremos, sin una esencia necesariamente. Aceptarse es parte de un proceso diario de conocerse y de tomarse el tiempo de autodescubrimiento y exploración a lo interior de cada une. Una vez que nos conocemos, podemos encontrar cosas que nos gusten y que nos hagan sentir bien o distintes y explotarlo a través del juego con la propia identidad sexual. Que no haya cajitas ni compartimentos estáticos definidos por los genitales, sino que todo pueda ser algo giratorio y finito.
Hay quienes piensan que algunos colectivos feministas o trans son extremistas, ¿qué pensás al respecto?
En lo personal, conozco personas feministas que creen en el esencialismo de lo binario basado en el sexo, lo cual me parece anti-feminista y, sobre todo, antirrevolucionario. No se puede tirar el patriarcado cayendo en las categorías patriarcales. De Beauvoir: “no se nace mujer, se llega a serlo”. Tener vulva no te hace mujer, tener pito no te hace varón. Las identidades se construyen y se deconstruyen en base a lo que cada une siente. Y poner barreras en las luchas me parece que es la peor forma de conexión que podemos tener como sociedad. Porque más allá de los genitales hay personas, y basta con partir de una base no binaria para entender que el mundo falocéntrico se va a caer cuando hagamos estallar todas las clases, incluso la clase de “mujer”.
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