ORQUESTA ACADÉMICA, iniciación musical

El concierto propuso dos obras argentinas y repertorio francés del siglo XX

Viernes de junio, cinco de la tarde. El frío se hace sentir en la Ciudad de Buenos Aires. Nos dirigimos al Teatro Colón para asistir al tercer concierto del año de la Orquesta Académica del Instituto Superior de Arte. La dirección estará a cargo de Pablo Bocchimuzzi y el programa anuncia obras de Debussy, Chabrier, Fauré y dos compositores argentinos contemporáneos: Eva Lopszyc y Sebastián Boeris.

En el ingreso, un público bastante numeroso -que accedió a sus entradas en forma totalmente gratuita a través de la página del Teatro Colón- hace ordenadamente la fila para entrar y se va acomodando temprano en las plateas libremente, por orden de llegada. Algo nos hace intuir que una buena cantidad de los presentes no es habitué del teatro. Flota cierta atmósfera de celebración y de reconfortante expectativa en el ambiente.

Bajan las luces y entran los músicos, seguidos por el director. El tono general del concierto quedará establecido desde el inicio con el Preludio a la siesta de un fauno de Claude Debussy. También el excelente nivel de la orquesta. Recordemos que el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón (ISATC), creado en 1960, tiene como misión formar profesionales del arte lírico, musical, coreográfico y experimental, a través de las carreras de Danza, Canto, Academia Orquestal, Dirección Escénica de Ópera, Preparación Musical de Ópera y Artes Escenotécnicas. La Orquesta Académica está integrada por estudiantes de la Academia Orquestal, y su finalidad es ofrecer a los futuros profesionales la oportunidad de desarrollar sus prácticas iniciales de concierto.

El programa musical de la velada fue armado con mucha coherencia estética, con el foco puesto en el devenir del siglo XX al XXI. Las dos piezas argentinas incluidas se articularon de un modo efectivo dentro de la propuesta. Y no cabe sino felicitar que no se subestimara al público con una propuesta facilista, más allá de que su falta de experiencia se hizo evidente en los aplausos que acompañaron el final de cada número intermedio en las obras de Chabrier y Fauré. No hubiese estado de más que el director se dirigiera a los presentes antes de iniciar el concierto, dando las explicaciones de forma del caso. Tampoco faltó el celular que sonó en medio de la función. Sin embargo, el silencio sostenido que siguió a la última nota del Debussy fue emocionante, digno de un público sensible.

Sigue a la Siesta del fauno la primera obra argentina: Háblame de Dios… y el almendro floreció, para orquesta de cuerdas, de la notable Eva Lopszyc. Hay en esta composición algo del sentido de un génesis; nos parece escuchar lo que quizás podría ser el repiqueteo de una lluvia en el inicio, y más tarde unos salvajes truenos en los contrabajos. O acaso solo se trate de nuestra imaginación. En cualquier caso, desde la aparente voluntad de elaborar una narrativa figurativa a través de los sonidos, el trabajo tiene una atmósfera onírica de cierta similitud con Debussy.  La técnica compositiva es distinta y arriesga una forma general más provocativa, aunque sin dejar de lado un amable diseño general. 

Prácticamente con el mismo sonido de campana con el cual termina la obra de Lopszyc, se inicia la Suite Pastoral de Emmanuel Chabrier, dando paso a la sección de metales de la orquesta, que convalida la calidad de la agrupación. El público está entusiasmado y es el momento de la segunda obra argentina: Tod und Leben (Muerte y vida), también para orquesta de cuerdas, del rosarino Sebastián Boeris, en su estreno mundial.

Los colores iniciales marcados por Debussy continúan aquí, incluso cuando la obra de Boeris contenga elementos más contemporáneos que, sin ser agresivos, sí son bastante más exigentes para el público, con abundantes disonancias, el acento puesto en las texturas más que en la melodía y un final poco conclusivo. “Yo mucho no entendí”, dirá alguien más tarde acerca de esta obra, ya en la salida del concierto. Sin embargo, es bien sabido que a veces no se trata de entender, sino de exponerse a la música y dejar que el arte suceda.

El broche de oro que vendrá con Gabriel Fauré y la suite de música incidental para Pelléas et Mélisande. Al final de la última nota, los aplausos dejarán en claro que en su conjunto el concierto ha sido, tal como todos lo esperaban, una fiesta. Una experiencia valiosa para los jóvenes futuros profesionales de nuestras orquestas, y también para un público que probablemente buscará nuevas oportunidades para acercarse a disfrutar a pleno del arte musical, en el Teatro Colón y en otros escenarios. Germán A. Serain

Fue el 10 de junio de 2022
Teatro Colón
Libertad 621 – Cap.

(011) 4378-7100
www.teatrocolon.org.ar

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