La procesión del Sardar es el último movimiento de los Bocetos del Cáucaso Suite No. 1 Op. 10 del compositor ruso Mikhail Ippolitov-Ivanov. La obra tiene una segunda parte, Bocetos del Cáucaso Suite No. 2 Op. 42, conocida como Iveria. Pero La procesión del Sardar es el fragmento más conocido de todos los de estas dos suites; es la parte que más se ejecuta, como si fuera una pieza independiente.
Nombres como Leonard Bernstein la incluyeron en su repertorio; es parte de la banda de sonido de las películas La maldición de la momia (1964), y de Sueños (1990) de Akira Kurosawa. Y ciertamente es una pieza que evoca imágenes harto vívidas de lo que sería una procesión de esta naturaleza: el redoble de tambores, los firuletes del flautín y demás vientos, el crescendo que nos hace pensar que el sardar –un noble persa- se acerca a paso firme y seguro con todo su séquito y su boato, bajando por las ríspidas laderas caucásicas.
Pero quizás el apellido Ippolitov-Ivanov haga sonar muchas campanas en algunos, pocas o ninguna campana en otros. El destino quiso que hasta hubiera un contemporáneo y homónimo suyo, Mikhail Ivanov, compositor y crítico musical ruso; por lo que nuestro Mikhail decidió agregar otro apellido para evitar confusiones. Nacido cerca de San Petersburgo en 1859, Ippolitov-Ivanov estudió en el Conservatorio de San Petersburgo y tuvo como docente nada menos que a Nikolai Rimsky-Korsakov, de quien aprendió composición y quien influyó en gran medida en el estilo que desplegaría Ippolitov-Ivanov.
Además de este dato, una larga estadía en Tiflis (o Tbilisi), la actual capital de la república de Georgia, también explica la inclinación que Ippolitov-Ivanov desarrolló por los temas del folklore del Cáucaso. En los siete años que pasó en esa región fue director de la academia musical y director de la orquesta de Tbilisi. Fue allí que en 1886 dirigió la première de la versión final de la Obertura-fantasía de Romeo y Julieta, de Tchaikovsky. Luego se trasladó a Moscú, donde fue director del Conservatorio de Moscú, entre 1905 y 1924, y después de 1925 fue director en el Teatro del Bolshoi. Como dato interesante, aportó una de las versiones para completar la ópera Zhenitba, que Modest Mussorgsky había dejado inconclusa; se estrenó en 1931 en Moscú.
La obra de Mikhail Ippolitov-Ivanov es extensa y variada: además de los Bocetos del Cáucaso, óperas (incluyendo una que el mismo compositor acabó destruyendo, y la conclusión de la ópera de Mussorgsky mencionada antes), obras corales, sinfonías, música para cine mudo, música de cámara y un opus para piano. Sin embargo, más allá de La procesión del Sardar, su música no es muy elegida para los repertorios. Una razón es que se la asociaría, vaya uno a saber por qué, con el tipo de música que pasaría los cánones aceptables para el régimen soviético: pero si bien Ippolitov-Ivanov murió en 1935, cuando ya las consecuencias de la revolución bolchevique se habían afirmado en Rusia, su estilo y sus obras fueron engendrados años antes de ese acontecimiento.
Es una de esas fatalidades del destino que hacen pasar inadvertidas a verdaderas joyas de la música. En efecto, toda la primera suite de los Bocetos del Cáucaso es digna de apreciar, como lo es su Sinfonía No. 1 en mi menor. Vale la pena, por ejemplo, hurgar en la red para desenterrar de un injusto olvido las obras de un compositor que aprendió de un gigante —Rimsky-Korsakov— y fue maestro de otro ilustre nombre de la transición del romanticismo tardío al siglo XX: Reinhold Glière. Viviana Aubele
Procesión del Sardar – Taiwan Soloists Symphony Orch. – Dir.: Pang-Hsing Hsiao (2011)
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Bocetos del Cáucaso – Suite No. 1
I. En un paso de montaña. Allegro moderato – Moderato assai (0:00)
II. En un pueblo. Larghetto – Allegretto grazioso (7:59)
III. En una mezquita. Adagietto (13:28)
IV. Procesión del Sardar. Allegro moderato. marziale tempo (17:15)
Philadelphia Orchestra – Dir.: Leopold Stokowski (1963)
