ERIK EL BELGA, cleptomanía fina

Cuando el amor al arte puede ser delito

Ha muerto Erik el Belga. No, no se trata de un heredero al trono que pasó a mejor vida sin ver realizado su dorado sueño, ni tampoco de algún moderno corsario que asuela los mares. René Alphonse van den Berghe, como se llamaba en realidad, falleció este 19 de junio pasado en Málaga, España, de un paro cardíaco, a los ochenta años. Una cantidad de años en que una persona, por lo general, hace muchas cosas.

Pero lo increíble de este “diletante” es la cantidad de obras de arte que tiene en su haber… pero ajenas: cerca de seis mil obras robadas desde que comenzó su raid artístico-delictivo a mediados de los años sesenta, entre lo que se cuentan unos seiscientos asaltos a sitios varios de arte. En efecto: ni museos, ni coleccionistas, ni anticuarios, ni siquiera ermitas ni iglesias quedaron inmunes a la voracidad cultural de Van den Berghe.  

En un curioso paralelo con la increíble vida del falsificador Frank Abagnale Jr., van den Berghe robó, lo pescaron, huyó, se refugió en España, formó una familia, y como corolario, abandonó el lado oscuro para convertirse en marchand y ayudar además a recuperar parte de lo que él mismo había robado. Autodidacta como el falsificador neoyorquino, van den Berghe aprendió restauración por su cuenta, con tanta destreza que llegó a falsificar obras de arte con mucha precisión. Hasta tiene publicada su propia autobiografía: Por amor al arte (Planeta, 2012).

Tan asombrosos son los paralelos entre ambos personajes, que hasta se parecen en personalidad: en una nota con motivo del fallecimiento de Erik el Belga, el periódico leonés La Nueva Crónica da cuenta del notable carisma del ladrón, igual que Abagnale. En una mención a una entrevista realizada por el periodista, también leonés, Francisco Martínez Carrión a Van den Berghe años antes, deja de manifiesto la afabilidad del ladrón belga: “Me dejó cautivado, a pesar de saber que estaba delante del mayor delincuente y el mayor ladrón de obras de arte del mundo”. Martínez Carrión, que se inspiró en Erik para crear a uno de los personajes de la novela La cámara de San Sinsenando (2014), dice también que “es un jeta (caradura), pero simpático y cautivador que te cuenta su historia y que ha sido capaz de evitar la cárcel”.

¿Qué tipo de mente tendrá quien puede alzarse con miles y miles de obras robadas sin que se le caigan los anillos? Hacia 1822, el pintor francés Théodore Géricault realizó un óleo cuyo título es El cleptómano. Se trató de un encargo de un prestigioso psiquiatra de la época, Étienne-Jean Georget: Géricault debía pintar los retratos de sus pacientes psiquiátricos. El resultado fue del agrado del doctor Georget. Géricault procuró el mayor realismo posible en sus retratos, y a la vez salió del molde en el que se solía representar pictóricamente a los dementes: como criaturas endemoniadas o con características bufonescas. En el caso de El cleptómano, Géricault lo representa con una mirada vacía, como inmerso en su propio mundo. Coincidencia o no, el retrato se conserva en el Museo de Bellas Artes de Gante, Bélgica, el país de origen de Van den Berghe.

Por último, y para agregar una cuota de humor crudo, un interrogante: ya hubo una autobiografía, como con Abagnale. ¿Habrá también una película, al estilo de Catch Me If You Can? Viviana Aubele

En la `guaridau00b4 de Erik el Belga

Erik el Belga en Wikipedia

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