EL MESÍAS, belleza sin tiempo

Otra visión del espectáculo de Mauricio Wainrot en una versión con música y cantantes en vivo

Alguna vez un famoso psicólogo llamado Donald Winnicot escribió: “Cuando las religiones separan a los hombres, se alejan de Dios”. Su advertencia no ha servido de mucho: a lo largo de la historia, los diferentes credos no han hecho más que generar dicotomías. Nada más alejado de la idea de un Mesías que debería venir a reconciliar a los hombres, a todos por igual, consigo mismos, con el Creador y con el resto de lo que ha sido creado. Y en este sentido,  esta versión coreográfica de El Mesías, ideada por Mauricio Wainrot, recupera este sentido de lo universal. Por empezar, es destacable la manera armónica en que lo antiguo y lo contemporáneo se dan la mano, articulándose de una manera sorprendente.

La música de Georg Friedrich Haendel, compuesta en pleno período barroco, en el curso de apenas tres semanas del año 1741, demuestra una actualidad que no por conocida deja de fascinar, sobre todo al ser puesta en relación con una coreografía moderna y una puesta en escena de corte casi minimalista. Este Mesías se ubica fuera del tiempo, así como también fuera de cualquier espacio referencial que pueda atarnos a una determinada geografía. Ni siquiera subsisten los límites relacionados con el género, pues los cuerpos se ponen en acción liberados de las fronteras que se imponen para separar lo masculino de lo femenino.

El escenario aparece despojado, y al mismo tiempo repleto de simbologías: la pureza se juega desde las ropas blancas, el escenario luminoso y despojado: apenas unos cuantos bancos, también blancos, también mínimos, que tanto sirven para que los bailarines reposen, público y comunidad dentro de la escena, como para generar espacios alternativos, e inclusive para traer a la escena la ineludible cruz, que de todos modos también estará presente todo el tiempo en el hombre, porque el cuerpo es puesto en escena como un gran significante.

Cuerpos que permanentemente tienden hacia la altura, que todo el tiempo traen consigo las ideas de pasión, gracia y elevación. Y no son cuerpos que puedan ser considerados individualmente, sino que se presentan siempre en conjunto, como en comunión, como corresponde. Una comunión que además se completa, en definitiva también desde el cuerpo, en el encuentro con las voces, impecables, gozosas.

El Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín contó en esta oportunidad con la música en vivo interpretada por el coro y la orquesta de Buenos Aires Lírica, bajo la dirección de Carlos David Jaimes. Como solistas participaron la soprano Oriana Favaro, la mezzo María Luisa Merino, el notable tenor Iván Maier y el barítono Norberto Marcos. Y el hecho de que esta puesta de El Mesías haya sido realizada con músicos y cantantes en vivo no es un detalle más: cambia por completo el sentido del espectáculo que se dio en el San Martin (click).

La labor de los solistas, el coro y la orquesta fueron más que destacables. Hubo un perfecto equilibrio armónico entre los cuerpos puestos en movimiento, las voces y la música, siempre maravillosa. El conjunto dejó en el público una extraña mezcla de sensaciones, que podrían resumirse en la palabra paz. Por supuesto, para cada persona la idea de un Mesías significará potencialmente algo diferente: algunos verán sacrificio, otros redención, otros el anuncio o la concreción de algo, o un tiempo nuevo, la muerte y el renacimiento.

Que cada quien resignifique lo visto como lo prefiera. Pero si hubo algo que no pudo dejar de ser visto en este Mesías fue la belleza. Una belleza simple, perfecta, que logró trasladarnos, en el tiempo durante el cual duró la música, que fue el tiempo durante el cual los cuerpos formaron cuadros vivos y poesía a través de la danza, a un lugar donde la esperanza tiene un sentido.  Germán A. Serain

Fue el viernes 11 de abril de 2014
Teatro Coliseo – Cap.
Georg F. Haendel

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