EL DISCURSO VACÍO, de Mario Levrero

Un autor de culto y casi secreto de la narrativa uruguaya, una muestra de creativa vacuidad

La obra literaria de Mario Levrero (Montevideo, 1940-2004) ha encontrado un camino de reconocimiento en los últimos años y lo ha convertido en un autor de culto y casi secreto. Murió a los sesenta y cuatro años luego de haber dedicado sus días a ser librero, guionista de comics, humorista, creador de crucigramas y juegos de ingenio, a la par de gestar cuentos, novelas y ensayos. Una reciente edición en la Argentina (Mondadori) de su libro El discurso vacío trae a nuestras costas una muestra valiosa de este representante de la narrativa uruguaya.

El libro está compuesto por ejercicios que emprende el autor en pos de mejorar su escritura caligráfica, con la esperanza de que una mejor “buena letra” en el papel redunde en cambios positivos de la personalidad, que lo conduzcan así a una experiencia de la felicidad más plena, o simplemente a la posibilidad de ordenar todo lo que conspira contra el despliegue de sus sueños más profundos. En la inocente práctica diaria de este ejercicio se presentan muchos aspectos de la vida que rodean al autor; aunque él quiera concentrarse en la forma de las letras, se cuelan inevitablemente conceptos y observaciones de un torbellino de circunstancias que socavan la voluntad de enderezar los caracteres de un discurso que quiere ser vacío, pero está filtrado de invasiones. Su mujer, su hijo, su perro, una inminente mudanza.

Como en un koan –metáfora zen en que la absurda paradoja deja al descubierto un aspecto de la verdad-, El discurso vacío se recrea a sí mismo en un incesante río de reflexiones simples, donde no se ahoga la certeza de estar amorosamente atado a la cotidiana repetición de los días, plagados de misteriosas distracciones, a contrapelo de un anhelo de concentración. Silvia Bonetti

El discurso vacío
Mario Levrero
Literatura Mondadori
203 páginas

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