Quizás tuvo un mejor mantenimiento cuando ostentaba el sello Kempinski, hoy no del todo borrado de su cartel principal. El Colony Park Plaza es el cabal ejemplo de un hotel que se mantiene como una escenografía, pero si se observa en detalle, todo parecería venirse abajo, comenzando por el otrora artístico y dorado globo esférico, cuyos dibujos han sido retocados con cemento liso y llano. Lo mejor está en la recepción, sabiendo disimular alfombras deshilachadas en las escaleras, un sucio estanque y vidrios que no se han limpiado en días. El factor humano es otra cosa, las simpáticas empleadas de todas las áreas mantienen su amabilidad a ultranza y además, supongo, no querrán perder la posibilidad de una buena propina cuando el huésped termine su estadía. Desde Sabrina Comerso en la atención de reservas, Manuel y Marion en el restaurante, Jimena y Catalina en la recepción, Susana y las masajistas en el Spa, todas tienen disposición y sonrisa. Pero algo indica claramente que la gerencia es un desastre. Y la espera de casi una hora para el transfer de la Estación Fluvial al hotel fue una nimiedad al lado de lo que me esperaba.
Apenas abrí la puerta de la Suite me quedé con la manija en la mano. No sería la única, ya que la del baño también se desarmó íntegra. Se veía que la madera roída no resistía los tornillos de fijación. Ducharse puede ser similar a un baño turco, ya que no tiene extractor y la ventana no se abre. Debe ser por eso que hay óxido hasta en los azulejos. En la habitación, los spots de iluminación están vencidos y los marcos de los cuadros están deformados. La salida a la terraza privada también fue una experiencia, pero en este caso por la presencia de telarañas en las reposeras, cuya vinílica tela originalmente blanca muestra oscuros manchones. Sin embargo, las del sector de la piscina están peor aun, percudidas por la humedad y mostrando alegremente como se deshilachan. El techo está por caerse en varios sectores y la pintura de las paredes no resiste el descascaramiento y la mugre. Caminar por allí con los pies descalzos es para osados. Da la impresión de haber honguitos por doquier, seguramente los que no han sido expulsados por el potente extractor cuyo efecto está disminuido por la visible falta de limpieza.
El Spa –con cartel 5 estrellas al lado de una ventana con un plástico que ondea con el viento- no ofrece ojotas ni batas, y las toallas –finas y pequeñas- se entregan con cuentagotas. Contratar un masaje será otra prueba interesante, ya que las camillas, en vez de ser planas y con el correspondiente agujero para apoyar cara y cabeza, son en forma de banana. Las masajistas no tienen mucho argumento a la hora de explicar como quedará de convexa mi espalda, y mi cabeza doblada hacia un costado. De allí me fui a tomar un baño finlandés, cuya puerta deja escapar los vapores, ya que se abre solita. Entonces decidí partir al jacuzzi, pero sobre su fondo de negros azulejos parecía que se movían unos cuerpos extraños cuya procedencia preferí no imaginar ni, mucho menos, investigar. Los vestuarios son chicos e incómodos, y la madera roída en lockers y tapas de inodoro es una constante. Se ven percheros oxidados y deteriorados, al igual que el estado de la alfombra en el gimnasio. Eso si, hay flores; artificiales, claro. En la carpeta de cada habitación, el Managing Director Alejandro Servan Valdes le da la bienvenida a este reducto, si se anima. Martin Wullich
Colony Park Plaza
Rambla de las Américas y J. M. Blanes
Colonia del Sacramento – Uruguay
+ (598) 452-26280 452-25905
www.colonyparkplaza.com
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