IMPROVISACIÓN AL PIANO, música espontánea

Marina Ruiz Matta y Gustavo Hernández: el arte de improvisar y una presentación conjunta

La improvisación libre en piano es un género que aún no ha sido suficientemente explorado. La referencia obligada, sin dudas el antecedente más significativo, nos lleva hasta Alemania, a la Ópera de Colonia, un 24 de enero de 1975. Ese día, un enorme Keith Jarrett, por entonces de 29 años de edad, descubre con sorpresa y a último momento que el piano que le han preparado sobre el escenario para tocar no es el Bösendorfer con el cual había estado ensayando, sino otro  instrumento de la misma marca que estaba guardado en un depósito, desafinado, con varias teclas y un pedal que no funcionaban correctamente. Los técnicos encargados del instrumento ya se habían retirado y 1400 personas esperaban el inicio del concierto. La presentación no podía suspenderse, pero sí estuvo a punto de cancelarse el registro que estaba previsto realizar. Por suerte eso no sucedió, y el registro de The Köln Concert se convirtió en el álbum instrumental más vendido de todos los tiempos.

De esto se trata la improvisación: nunca se sabe qué puede llegar a suceder. El músico se sienta frente al instrumento sin tener un plan preconcebido, sin partituras, sin nada memorizado. Es en su contacto con el instrumento donde nace algo: una música que antes no existía pero que, a diferencia de otras músicas posibles, que finalmente reposarán en una partitura a la espera de una nueva interpretación, solo existirá en ese espacio y en ese momento, mientras la improvisación dure, y no podrá volver a sonar más tarde del mismo modo nunca más. Es una metáfora sobre la vida misma, en cierto modo.

Igor Stravinsky decía que la composición es una improvisación selectiva. También podría pensarse que la improvisación es una composición que se desarrolla en tiempo real, en simultáneo con una interpretación completa. Frederic Rzewski contaba que un día le pidió a Steve Lacy que le explicara, en quince segundos, la diferencia entre la composición y la improvisación. Lacy le respondió: «En quince segundos, la diferencia entre la composición y la improvisación es que en la composición uno tiene todo el tiempo que necesite para decidir lo que quiere decir en quince segundos, mientras que en la improvisación sólo tiene quince segundos».

Cuando se le pregunta sobre el tema, Manuel Fraga suele repetir  algunas frases atribuidas a Heráclito (“Si no se espera que suceda algo, lo inesperado no sucederá”), William Shakespeare (“Las improvisaciones son mejores cuando se las prepara”) y Mark Twain (“Suelen hacer falta tres semanas para preparar un discurso improvisado”). Y destaca que entre los siglos XVII y XIX todos los grandes compositores eran también improvisadores, que le daban a la improvisación un valor comparable al de la composición.

Anticipando una presentación conjunta que seguramente será imperdible, en la cual compartirán escenario para seguir desentrañando el arte de la improvisación en el piano, conversamos sobre el tema con dos grandes representantes argentinos de la improvisación pianística: Marina Ruiz Matta y Gustavo Hernández.

MARINA RUIZ MATTA: Improvisaciu00f3n en piano solo
Marina Ruiz Matta: Improvisación – 21 de octubre de 2023 – Auditorio de la Fundación Beethoven

¿Cómo fueron los inicios de la relación de cada uno de ustedes con el piano?

Gustavo Hernández: El recuerdo que tengo es muy preciso y a la vez está diluido en memorias algo borrosas con respecto a la música en sí. En mi casa había un ambiente musical de melómano beethoveniano por parte de mi padre, y la voz jujeña de mi vieja y su guitarra. Pero más allá de escuchar mucha música, muchos discos y cantar con ellos, no tengo más recuerdos. Hasta el día en que una amiga de la familia, a mis nueve años, me dice: «Vos tenés dedos de pianista. ¿Por qué no estudiás piano?» Ahí nomás me encontré yendo a prolijas clases con la típica profesora de piano y solfeo de mi pueblo, Pehuajó. Pero claro, sin instrumento era difícil. Un par de años después fuimos a Buenos Aires con mi viejo y no sé por qué motivo nos volvimos con uno de los primeros organitos electrónicos que llegaban a la Argentina. Por un lado, el desastre didáctico: no tener un piano en serio para practicar. Por el otro, ese organito me permitió, desde muy pibe y con una incipiente base ya armada, empezar a tocar de oído, improvisar, componer, ensayar con mi primera banda y mucho más hasta que, sí, unos años antes de ir a estudiar a Buenos Aires, apareció el primer piano propiamente dicho.

Marina Ruiz Matta: En mi casa sí había un piano. Mi papá es guitarrista y en ese momento mi mamá cantaba. Tenían un dúo de folklore. Yo soy hija única, y un poco para no aburrirme, y otro poco para molestar a mis viejos, me metía en sus ensayos tocando el piano. Así fue como empecé a sacar de oreja algunas de las canciones que ellos hacían. La primera canción que aprendí a tocar fue Sombras, un bolero. Debía salirme bastante bien, porque me llevaron a tocarlo a un programa de radio cuando yo tenía apenas cuatro años.

¿Cómo son, en relación al piano, como intérpretes y en la improvisación? ¿Qué les sucede en cuanto a la tensión, al disfrute, en uno y otro caso?

Gustavo Hernández: Claramente siento el piano, el que sea que tenga delante, como una extensión mía. Y es, a la vez, instrumento de esas ideas que van saliendo y receptor de las mismas. Hay una parte en todo este lío en que muchas veces no se sabe si es uno el que toca o si el piano toca solo. De esa simbiosis increíble no puede haber otra cosa que disfrute y sensación de plenitud. No recuerdo momentos de tensión por la música en sí, o un enfrentamiento con el hecho de tener que ponerme a tocar. Sí, quizás, por el entorno, el lugar, por si todo va a estar bien, si hay o no público… Pero una vez subido al piano, en complicidad con la música que va surgiendo, es todo disfrute, sin duda. Y mucho más cuando no tengo idea sobre qué va a surgir cuando esté tocando, cuando lo que toco se da en el terreno de la improvisación. Simplemente es sentir que uno puede decir lo que tiene ganas, en el momento, sin filtros y sin red.

Marina Ruiz Matta: Yo la paso muy bien tocando. Me divierto. Y disfruto especialmente en las instancias más asociadas a la improvisación. Me gusta mucho escribir música, y además disfruto de tocar música, cuando se trata de obras que se ajustan a esa tradición que está tan asociada a la escritura. Eso me hace estar metida a veces en proyectos musicales, algunos de los cuales incluso he liderado, en donde hay poca improvisación, y también se disfruta mucho… Pero ahí el goce pasa por otro lado. Sentarme a improvisar, ya sea sola o con un compañero musical con quien exista una buena comunicación, eso es una auténtica fiesta.

¿Cómo es el momento en el que te sentás ante el teclado, sin saber de antemano qué va a suceder? ¿Cómo comienza a desencadenarse el devenir de la música?

Gustavo Hernández: Lo que tiene lugar es una conexión total con uno mismo, con las ganas de dejarse llevar por ideas, momentos, acciones, y sorprenderse en ese instante en el que todo camina como si fuera otro el que está tocando. Por supuesto, hay una seguridad que viene dada, de alguna manera, del hecho de haber recorrido caminos con esos sonidos que uno ya conoce… Pero siempre uno deriva desde allí a lugares nuevos y desconocidos cada vez. Es esa misma conexión con uno que se trata de mantener en lo cotidiano del día a día, más allá de las dificultades que vayan apareciendo, confiando que hasta de lo más oscuro se puede salir. Creo que pasa mucho por ahí. Por la confianza, tanto en lo que se conoce, se domina o sabe, como en como pararse para afrontar lo que incomode o tuerce destinos.

Marina Ruiz Matta: En mi caso siento que la calidad del piano es clave para que, como bien decís, se comience a desencadenar el devenir musical. Para mí es un poco así. La receta es estar tranquila, no dejarse acosar por demasiados pensamientos, escuchar lo que el piano te va devolviendo, como si fuese alguien con quien uno se pone a conversar. Así y todo, en algún punto es un misterio. Me ha pasado de sentirme conectada con el momento en las situaciones más incómodas y también de lamentar no haber disfrutado plenamente en algún concierto ideal.

Cuando termina la improvisación, ¿qué sentimiento te despierta saber que eso que existió como música ya es una pieza en cierto modo irrepetible?

Marina Ruiz Matta: Te lo digo de esta manera: es algo por demás agradable sentir que la música es infinita. Eso es lo que pienso cuando sucede algo que antes, al menos para mí, nunca había sucedido.

Gustavo Hernández: Me encanta precisamente eso: lo irrepetible del momento. Ojo, también me gusta cuando canto o toco una canción popular conocida, pero sintiéndola nacer en el preciso instante en que se va cantando, como si fuera una composición propia. Creo que es necesario ese sentir para interpretar. Y en la improvisación, claro… eso es lo único que hay. El instante justo del presente, el puro ahora surgiendo milésimas de segundos antes de que los dedos digan, junto con el piano. Lo que más me gusta de la improvisación es no tener ni idea de qué es lo que hice luego de terminar de tocar. Muchas veces me sorprendo al escuchar alguna grabación y escucho lo hecho como si lo hubiese tocado otro. Y si me gusta, listo… Objetivo logrado.

#solopiano (clu00e1sica+jazz): Fernanda Morello + Gustavo Hernu00e1ndez
Gustavo Hernández: Improvisación – 12 de junio de 2018 – Bebop Club

Domingo 7 de julio 2024 a las 19
Improvisación al piano
Bebop Club, Uriarte 1658, CABA
Tickets disponibles
Gustavo Hernández en este Portal
Keith Jarrett en este Portal

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