En 1594, el papa Gregorio XIII declaraba santa a una mujer romana, martirizada entre el 180 y el 230 de nuestra era. Cecilia había decidido consagrar su vida a Dios e hizo promesa de mantener su castidad. Pero fue obligada a desposarse con un joven pagano, Valeriano, quien luego se convirtió a la fe cristiana. Ambos sufrieron el martirio. Dice la tradición católica que, en el día de su desposorio, mientras los músicos cantaban a los novios, Cecilia cantaba en su corazón a Dios. El día de su martirio, 22 de noviembre, fue fijado en el santoral, y Santa Cecilia es, según la Iglesia Católica, patrona de la música.
Existe infinidad de referencias a Cecilia en las distintas manifestaciones de la cultura. En el dominio de la música, Henry Purcell compuso sus Odes for Saint Cecilia’s Day, Alessandro Scarlatti compuso el oratorio Il martirio di Santa Cecilia; Händel y Haydn también compusieron piezas en su honor. Más en nuestra época, Benjamin Britten compuso un Hymn to St Cecilia y el finés Arvo Pärt, una pieza coral llamada Cecilia, vergine romana. Esto en el plano, si se quiere, espiritual. En una guisa más terrenal, Richard Strauss compuso, en base a un poema de Heinrich Hart, una canción a su prometida, la soprano Pauline de Anha, el día previo a su boda: Cäcilie.
En las Indias Occidentales, el guiño a la santa también es ley. María Teresa Vera fue, como lo fuera Sindo Garay, una de los exponentes de la antigua trova cubana; su carrera estaría vinculada a la de Manuel Corona, guitarrista y compositor cubano fallecido en 1950. Corona es el autor de Santa Cecilia, que compuso en 1918 e interpretó junto a la citada Vera. El título es sugerente, y automáticamente viene a la mente la figura de la santa; sin embargo, la letra alterna renglones de tinte místico con esbozos de una belleza femenil más apegada a la tierra. Es una oda a la belleza de la mujer en general y a una de sus musas, Cecilia Rodríguez Montero en particular. En los años ochenta, en pleno auge de la nueva trova cubana, Pablo Milanés y Silvio Rodríguez cantaron juntos esta hermosa canción.
Manuel Corona nació en la pobreza, y murió en la pobreza. Pero lo que le faltaba en bienes y dinero, no le faltaba en genio y poesía. Vivió a lo bohemio; de su copiosa producción, solamente registró una ínfima parte, por lo que, según se dice, solamente ganó unos doscientos dólares en concepto de derechos de autor. Cantaba sus canciones a cambio de un trago o un plato de comida, sin lucrar con su arte, pues más que el sustento privilegiaba la libertad y el vuelo en sus composiciones musicales. Ochenta de estas están dedicadas a la mujer, contando a Santa Cecilia. Lamentablemente, la tuberculosis y los descuidos de toda su vida le pasaron factura, y Manuel murió en la pobreza como había venido al mundo, y en el olvido. Viviana Aubele
Santa Cecilia – por María Teresa Vera y Manuel Corona
Santa Cecilia – por Silvio Rodríguez y Pablo Milanés
tan supremo que es el genio musical.
Por tu simpático rostro de africana
canelado do se admiran los matices de un vergel.
Y por tu talla de arabesca diosa indiana,
que es modelo de escultura del imperio terrenal,
ha surgido del alma y de la lira
del bardo que te canta
como homenaje fiel
este cantar cadente,
este arpegio armonioso
a la linda Cecilia
bella y feliz mujer.
Las lánguidas miradas
de tus profundos ojos
que dicen los misterios
del reino celestial.
Y el sensible detalle de amor provocativo
de tus ebúrneos senos y tu cuerpo gentil.
Yo no sé qué provoca
el conjunto armonioso,
tu belleza imperiosa
y tu virtud femenil,
que me siento encantado
y la mente inspirada
de afecto
y de ilusión.
Por ti Santa Cecilia
la más primorosa
mujer divina.