En 1975 Rick Wakeman editó su tercer disco solista, Los Mitos y Leyendas del Rey Arturo y los Caballeros de la Mesa Redonda, acaso sin imaginar que él mismo se convertiría en una suerte de leyenda viva. Esto fue lo primero que se hizo patente cuando el ex-tecladista del grupo Yes salió cubierto por una vistosa capa dorada, para recrear aquel concierto de 1974 en el Royal Festival Hall de Londres, con la London Symphony Orchestra, el English Chamber Choir, Gary Pickford-Hopkins y Ashley Holt en las voces, las narraciones del actor David Hemmings y, por supuesto, el propio Wakeman y su banda.
En aquella ocasión se grabó en vivo su segundo disco, con su obra conceptual Viaje al centro de la tierra, basada en la novela homónima de Julio Verne. Y la magia, casi cuatro décadas más tarde, fue imaginar que el tiempo había dado marcha atrás y que uno asistía a aquel concierto, con un Wakeman tal vez menos estilizado, pero con sus virtudes como tecladista absolutamente intactas. Precisamente porque la gente fue a ver en acción a la leyenda, casi deja de tener sentido realizar una reseña desde un punto de vista crítico.
A cualquier otro artista no se le hubiese disculpado la brevedad del show (los dos bises fueron reprises de sendos fragmentos del mismo Journey to the Center of the Earth), ni las fallas en el sistema de amplificación durante los primeros minutos, ni el introspectivo mutismo de quien ni siquiera tomó el micrófono para decir “buenas noches”. Nada de esto hizo mella en el entusiasmo de los concurrentes. Con buen criterio, los textos originales fueron traducidos al español, aunque no siempre el narrador local haya logrado sacarles el mejor provecho. También dejó alguna duda el desempeño de la cantante local Cecilia Barba; pero estas no son consideraciones de un fan, sino de un observador que pretende ser objetivo.
La obra de Rick Wakeman es un trabajo musicalmente admirable que no ha perdido nada de su interés ni de su vigencia. En estos tiempos en que muchas grandes bandas contratan orquestas para shows efectistas, aquí los recursos orquestales y corales se alternan y articulan a la perfección con la banda de rock. En los hechos, se trata de una obra que podría ser definida como un poema sinfónico que, por haber sido elaborado al iniciarse el último cuarto del siglo XX, se da el lujo de combinar las fuerzas orquestales y corales (impecable labor del Coral Ensamble, preparado por Gustavo Codina y Cecilia Layseca), con teclados, guitarra eléctrica, bajo y batería, amén del narrador y los cantantes solistas. Es verdad que Franz Liszt, el creador del género, jamás recurrió a una orquestación semejante, pero por una cuestión de época tampoco tuvo posibilidad de hacerlo. ¿Por qué no consideraríamos la posibilidad de combinar seriamente recursos orquestales con instrumentos amplificados? Tal vez esta obra sea considerada mañana como parte de la música académica del siglo XX. Sería muy justo.
En la segunda presentación, Rick Wakeman ofreció otra de sus grandes obras clásicas, su primera obra solista, de 1972: Las seis esposas de Enrique VIII. En esta ocasión, un Wakeman mucho más comunicativo con el público regaló la recreación para banda, orquesta y coro de esta obra también legendaria, que sonó renovada con el añadido de una obertura y un segmento titulado El defensor de la fe, que en su momento quedó afuera del disco por falta de espacio (un problema común en los tiempos del vinilo).
De yapa, una vez que la orquesta y el coro se habían retirado, el eximio tecladista y su grupo -integrado por Dave Colquhoun (guitarra), Nick Beggs (bajo), Tony Fernandez (batería) y el ya histórico Ashley Holt en la voz, regaló un generoso fragmento del disco Close to the edge de Yes. Por un momento, pareció que el tiempo nunca había pasado. La leyenda sigue viva. Germán A. Serain
Fue 29 y 30 de noviembre de 2012
Teatro Gran Rex
Av. Corrientes 857 – Cap.
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