Porgy and Bess – Música: George Gershwin – Intérpretes: Alyson Cambridge, Viviana Goodwin, Kenneth Kellogg, Chauncey Packer, Amber Monroe, Benjamin Taylor, Vuvu Mpofu, Denyce Graves, Reginald Smith Jr. – Coreografía: Eric Sean Fogel – Escenografía: Peter J. Davison- Vestuario: Paul Tazewell – Iluminación: Mark McCullough – Orquesta: The Kennedy Center Opera House – Dirección musical: Kwamé Ryan – Dirección escénica: Francesca Zambello
Al ingresar a la Opera House, un extenso lienzo con una paleta cromática azulada y destellos rojizos flota como un recuerdo sobre el proscenio. El contorno de dos rostros —tal vez Bess y Porgy, quizá Bess y Crown, o Bess y Sportin’ Life, o tantos otros habitantes que con resiliencia viven en este pueblo pesquero de Carolina del Sur— se insinúa, visible pero fragmentado y esfuminado. Este cuadro, cuyas tonalidades mutarán acorde a la iluminación, anticipa la primera aria de la soprano Viviana Goodwin (Clara): el clásico Summertime, and the livin’ is easy (Summertime, y la vida es fácil).
Porgy and Bess es una obra que, por su versatilidad, rehúye a la noción de una identidad estática. Como la propia Bess, se desliza entre géneros musicales: jazz, blues, gospel, música clásica y folk. La partitura de George Gershwin fusiona géneros pero también disciplinas artísticas, incorporando pasajes teatrales y de danza que conforman un tejido escénico orgánico y vibrante.
Con depurada dirección escénica de Francesca Zambello, esta producción de la Washington National Opera regresa al Kennedy Center veinte años después de su estreno. La escenografía de Peter J. Davison continúa hilvanando el trazo artístico del lienzo inicial. Su puesta, más contenida y depurada que en otras versiones, recrea Catfish Row con economía expresiva. Las pequeñas viviendas se asoman con sus derruidas fachadas de metal corrugado, con predominantes tonos anaranjados que evocan el óxido y contrastantes destellos de verdes y azules apagados. Como sus habitantes, los frentes de las casas se encuentran desgastadas por la sal, el sol y el sudor. Por momentos, el vestuario de Paul Tazewell, especialmente en tonalidades pastel, se amalgama de tal forma que ofrece un atractivo deleite visual.
La iluminación de Mark McCullough —sutil pero funcional y precisa— transforma el ciclorama en cálidos atardeceres o amaneceres brillantes. Durante el acto del huracán, el pueblo entero se refugia mientras un ventilador pendula sobre sus cabezas. Tras los azotes del viento, las estructuras colapsan al compás de los crujidos: es el choque de las placas metálicas que se desmoronan. El resultado es casi cinematográfico.
Desde lo musical, la tensión no decae. Kedrick Armstrong dirige la partitura de forma enérgica y firme. Su lectura es clara, permitiendo que el lirismo respire sin perder brío. La Orquesta de la WNO mantiene un pulso emocional constante, aunque en algunos pasajes, ciertas líneas vocales se ven ligeramente opacadas.
Alyson Cambridge (Bess) domina con seguridad las exigencias físicas y emocionales de su rol. Incluso en momentos de lucha, como su enfrentamiento con Crown y las múltiples resistencias a sus embestidas, ya tendida en el suelo, y arrastrándose, canta sin perder proyección en ningún momento. Reginald Smith Jr. (Porgy) aporta una presencia sólida, con un timbre barítono cálido, contundente y modelado con rigor. En un elenco notable, Chauncey Packer (Sportin’ Life) se desplaza con gracia, por momentos lindando entre el carisma y el perverso cinismo de su personaje, exhibiendo así notable astucia teatral.
El momento más conmovedor llega con Amber Monroe (Serena), cuya interpretación de My Man’s Gone Now pareció robar todas las voces de los espectadores, dejándolos sin palabras. Su voz cargó el peso de la congoja durante el duelo de su esposo con gran potencia y autenticidad. Lo que comenzó como un velorio comunitario, atravesado por tensiones con Bess, se transformó en un clímax vocal de excelsa intensidad.
¿Es Porgy and Bess una ópera? ¿Un relato popular? ¿Un clásico estadounidense? Gershwin la llamó una “ópera folklórica”. Zambello y Armstrong nos recuerdan que esas etiquetas no importan porque lo esencial es su persistencia: su capacidad de atravesar generaciones y seguir resonando con extrema fuerza y vigencia desde su estreno en 1935.
Cuando Porgy parte rumbo a Nueva York —solo, traicionado, resuelto—, el telón no cae sobre una victoria ni una tragedia. Lo hace sobre una posibilidad: el murmullo de una barca alejándose en la oscuridad, tras un amor quizás ya perdido, retrotrayéndonos al aria inicial: Summertime, y la vida puede no ser tan fácil. Martín Quiroga Barrera Oro
Fue el 24 de mayo 2025
Se dio hasta fin de mayo 2025
Washington National Opera
John F. Kennedy Center for the Performing Arts
2700 F Street – Washington D.C. – U. S. A.
Sitio web del Kennedy Center
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