No lo quemes es el nombre de un film vietnamita de 2009, dirigido por Nhat Minh Dang, pero esa frase tiene una historia que impresiona.
Cuando leemos o escuchamos la frase “el diario de…”, enseguida, instintivamente, tendemos a completarlo con un solo nombre: el de Anna Frank. Sin duda, los escritos de esta niña durante su largo y penoso escondite antes de ser capturada por los nazis y llevada al lugar de su muerte marcaron un hito en la historia de la humanidad. Anna Frank no fue la única persona que pasó a integrar el salón de la fama del género autobiográfico en circunstancias extremas; en su caso, ella no llegó a verlo, ni nunca se lo habrá imaginado. Viktor Frankl vertió sus experiencias como prisionero de campos de concentración en El hombre en busca de sentido. Corrie ten Boom, una cristiana protestante holandesa, narró en El refugio secreto sobre cómo escondía judíos para protegerlos de los nazis.
En 2005, Doan Ngoc Tram, una mujer de unas ocho décadas, recibió un paquete de manos de un veterano de guerra estadounidense que estaba de visita en Hanoi, de parte de un tal Fred Whitehurst. El contenido del paquete era un diario de memorias. ¿Cómo llegó ese diario a Whitehurst? En 1970 Whitehurst estaba de servicio en un destacamento de inteligencia militar durante la guerra de Vietnam. Una de sus tareas consistía en deshacerse de documentos capturados que no revistieran valor militar. Mientras iba echando al fuego papel tras papel, se topó con un diario escrito en vietnamita. Estaba a punto de incinerarlos cuando su intérprete, el sargento Nguyen Trung Hieu, le advirtió: “No lo quemes. Tiene fuego en sí mismo”. Whitehurst lo conservó, y su sargento le iba traduciendo al inglés las palabras escritas por una joven que no llegaba -ni llegó- a los treinta años. Era la hija de esta mujer que recibió los diarios, y se llamaba Dang Thuy Tram.
Thuy tenía 25 años cuando se recibió de médica. Creció en una familia de pasar decente, pero muy culta: su hogar estaba siempre lleno de flores, libros y música clásica. Thuy, además, aprendió a tocar violín y guitarra. En 1966, después de haberse especializado en cirugía, subió junto con otros médicos, periodistas y fotógrafos a un camión que iba hacia el sur; luego hizo tres meses a pie en una travesía hasta la provincia de Quang Ngai, bastión de la Resistencia contra el régimen pro-EEUU de Saigón. Allí, en un precario hospital de campaña que a veces no tenía ni electricidad, Thuy trabajaba febrilmente, incluso durante la noche, para atender, operar, curar y consolar soldados malheridos o moribundos. Y además, escribía.
El diario que -afortunadamente- Whitehurst se abstuvo de incinerar comienza en abril de 1968. Durante dos años Thuy volcó en esas páginas sus sueños, sus esperanzas, sus ideales, sus sentimientos por M., el hombre a quien ella amó desde su adolescencia. También contó de su malestar con la delegación local del partido comunista, que la calificaba de “burguesa” y en cierta manera le vedaba la pertenencia a dicho partido. Escrito desde la sencillez de un alma fresca y pura, Thuy ofrece el costado dolorosamente humano de la guerra y sus espantos. “La guerra es muy cruel”, escribe en su entrada del 29 de julio de 1969. “Esta mañana me traen un soldado herido. Una bomba de fósforo ha quemado todo su cuerpo. Una hora después, sigue ardiendo: de su cuerpo se desprende humo. Es Khanh, un joven de veinte años, hijo de una mujer miembro de los cuadros en la aldea donde estoy. (…) Nadie puede reconocerlo como el joven apuesto y alegre que era. Hoy, sus oscuros ojos risueños y alegres no son más que dos pequeños agujeros con párpados amarillentos consumidos por el fuego. (…) Me quedo inmóvil ante esta escena desgarradora”.
El 20 de junio de 1970, Thuy escribió por última vez en su diario. Días antes el hospital en que Thuy prestaba servicios había sido bombardeado, y vuelto a bombardear. El lugar quedó prácticamente sin personas, pues todos, excepto Thuy y otros más, se habían marchado. Con apenas algo de arroz para comer, Thuy se preguntaba si la habrían abandonado, pues nadie había vuelto por ellos. Días después, fue hallada muerta, con un balazo en la frente. Se dice que el hospital había sido reabastecido antes de su muerte, y que a ella le dispararon mientras bajaba a pie un sendero con otras personas.
El diario de la doctora Tram fue traducido primero del vietnamita al inglés. Se publicó en Hanoi en julio de 2005, y en el transcurso de año y medio se vendieron más de cuatrocientos mil ejemplares. Fue traducido al inglés, con el título Last Night I Dreamed of Peace; del inglés fue traducido al español entre 2007 y 2008 como Anoche soñé con la paz (trabajo en el que tuve el privilegio de participar). En su nota sobre la traducción al inglés, Andrew X. Pham ofrece una estupenda síntesis de quién fue la doctora Dang Thuy Tram: “(…) existen tres verdades innegables acerca de la autora. En primer lugar, su corazón era noble. En segundo lugar, su vida estaba guiada por ideales. En tercer lugar, su sacrificio fue tan trágico como heroico”. Viviana Aubele
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