La tempestad – Elenco: Claudia Anghilante, Wioletta Bialk, Germán Crivos, José Dondo, Nacho Gadano, Fernando Gutierrez Rincón, Marcelina Kulesza, Julka Kurzydlak, Juan Pablo Paccazochi, Roberto Palacios Suarez, Natalia Quiroga Romero, Tomás Rivera Villate, Andrés Rosso, Néstor Talento, Ricardo Villani, Gustavo Ariel Vita – Bailarines: Marcelina Kulesza, Bruno Quiñonez, Marcela Ostapchuk, Clara Rullo, Eugenia Starna, Laura Molteni, Cecilia Wierna, Maximiliano Romero, Pamela Atrio, Nicolás Vigliero, Pilar Rodriguez Rey, Moises Delgado, Manuel Pacheco, Nahuel Sudrot, Ivo Corvalan y Florencia Latagliata – Vestuario: Liliana Robaina – Escenografía: Luigi Scoglio – Iluminación: Bogumil Palewicz – Coreografía: Diana Theocharidis – Dirección musical: Juan Casasbellas – Autor: William Shakespeare – Dirección escénica: Michal Znaniecki
En el marco del Festival de Ópera de Tigre, el polaco Michal Znaniecki –director de escena y principal responsable artístico del festival- presentó para la edición 2016 un nuevo espectáculo al aire libre sobre La tempestad de William Shakespeare, en diálogo con fragmentos de piezas barrocas de H. Purcell, C. Monteverdi, G. B. Pergolesi y G. F. Händel. Se trató de una mezcla de canto, teatro, danza y acrobacia, que transcurrió en el Convento de San Francisco y sus alrededores en el delta de Tigre.
Lo primero que vale la pena destacar es el esfuerzo emprendido cada año para montar el festival con variedad de propuestas y disciplinas. La logística de traslados hacia Tigre y la incorporación de nuevos tipos de espectáculos o de sedes lo vuelve un evento verdaderamente integral e interesante de reproducir año a año con nuevos desafíos. Por otro lado, es sumamente valiosa la idea para potenciar el desarrollo del delta de Tigre y atraer nuevos públicos por fuera del municipio a través del turismo cultural. Es sumamente positivo el aprovechamiento no invasivo de los recursos naturales de una de las áreas más ricas y bellas de la provincia de Buenos Aires.
En lo que respecta a las propuestas artísticas del director polaco, la intención de poner a dialogar la naturaleza del delta con la danza, la acrobacia, el canto lírico, la música barroca y el teatro isabelino es un desafío interesante pero ambicioso y difícil de encarar. El director elige cada año enfrentar este reto con gran trabajo de producción y la participación de artistas de renombre de las principales disciplinas que elige para sus espectáculos, tanto locales –de Tigre y otras localidades del país- como extranjeros. Eso asegura también la explotación completa y positiva de los recursos y una convocatoria que trasciende lo municipal.
Ahora bien, en cuanto a los elementos aislados que conviven para llevar a cabo esta versión de La tempestad, son dignos de mención la selección de piezas musicales barrocas y su ejecución por parte del ensamble orquestal y el coro dirigidos por Juan Casasbellas. Entre los cantantes solistas, Wioletta Bialk debió desdoblarse y cantar, además de su papel como demonio, el que le estaba asignado originalmente a Guadalupe Barrientos como Ariel I, por lo que cumplió pero no brilló tanto como hubiera podido si sólo hubiera tenido un rol. En el papel de Miranda, Natalia Quiroga Romero sorprendió en su trabajo vocal pero en lo teatral resultó forzada. El desempeño de los actores en general fue bastante dispar y librado a lo que cada uno pudo resolver por sí mismo, lo que demostró una dirección pobre por parte de Znaniecki.
Los bailarines y acróbatas tuvieron algunos aciertos coreográficos y muchos momentos de innecesaria desprolijidad, pero no por carecer de condiciones sino por falta de organicidad y criterio en la dirección escénica. La inclusión de artistas circenses podría haberse evitado, pues no aportó absolutamente nada en lo cualitativo a la puesta.
Por otro lado, la adaptación del texto de La tempestad se hizo en función de las posibilidades espaciales. Eso estaría bien si el director no hubiera alterado desprolijamente el devenir dramático mediante la inclusión innecesaria de una escena demasiado extensa en una plataforma de remeros con pretensiones de comicidad bastante pobre. Asimismo, en la selección de fragmentos toma traducciones en español castizo pero elige incluir algunos guiños criollos que poco aportan al todo y sólo resultan un intento desesperado por hacer reír con gags de pacotilla.
La escenografía y el vestuario no estuvieron a la altura del sugerente espacio natural ni de una propuesta interdisciplinaria. Fueron más bien faltos de coherencia estética en el análisis de la relación entre los distintos grupos de artistas y los solistas. No hubo un concepto ni lectura de base que unificara los distintos rubros al servicio del espectáculo, y eso sólo puede atribuírse a la superficial dirección escénica.
Como se ve, por la suma de los elementos aislados y la idea de hacer una obra en un espacio natural ignorando los detalles de ese espacio y lo que pudieran aportarle al texto dramático (pues resulta demasiado obvio quedarse únicamente con la idea de una tempestad en un espacio con río y la metáfora harto repetida de la isla y sus leyes propias, pero no preguntarse por qué se usará un convento y confiar en que el espectador sólo percibirá de él un edificio despojado de connotación alguna), a la hora de concretar todo este desafío que implica el valioso festival y poner a funcionar un ambicioso complejo interdisciplinario para una pieza puntual, el producto final no alcanza verdadero diálogo sino más bien una superposición de formatos y discursos con poca solución de continuidad.
La cantidad enorme de recursos que posibilitaría esa relación se ve totalmente desperdiciada. En el proceso creativo faltó el salto cualitativo que justificara la necesidad de fusionar disciplinas, un concepto o criterio estético de base que pusiera la firma personal del director y diera coherencia y organicidad a esta versión de la última de las piezas de Shakespeare. Carolina Piola
Fue el 28 de enero de 2016
Convento de San Francisco
Delta – Tigre – Bs. As.
Festival Opera Tigre
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