La pipa de la paz – Actúan: Mabel Manzotti, Carlos Portaluppi – Escenografía: Sergio Carnevalli – Ambientación: Mercedes Gumbold – Vestuario: Verónica Latorre – Autoría: Alicia Muñoz – Dirección e Iluminación: Guillermo Ghio
La historia tiene que ver con la pipa en dos aspectos, el real y el simbólico. El real es la pipa que el hijo compró en Estados Unidos, justo antes de regresar casi obligado, como un souvenir para la madre que lo reclama pues está sola, física y espiritualmente. El simbólico es la paz que –al igual que los indios- deberán negociar para una buena convivencia mientras él permanezca en Buenos Aires. Y ella hará lo imposible para que no regrese nunca.
La pipa de la paz está basada en una historia muy sencilla y algo carente de atractivo en sus gags, en la que Mabel Manzotti pone el cuerpo a la madre y Carlos Portaluppi al hijo. La escenografía diseñada por Sergio Carnevalli aporta atractivo a la puesta en escena, hasta con la interesante y cambiante visión de una sorprendente ventana. Ella transmite la soledad de su viudez y la necesidad de compañía que intenta lograr, a veces con engaños, otras con cierta malicia y egoísmo, aunque siempre puerilmente. Sus hijas han marcado definitivamente un territorio en el cual no tiene cabida, pero conoce el talón de Aquiles de su hijo –debilidad y afecto por ella- y lo maneja a su arbitrio. La madre que compone Manzotti es muy querible y amorosa, por momentos, e insoportable y maquiavélica cuando no logra lo que quiere. La intérprete trabaja desahogadamente, con notable naturalidad, con esa seguridad que los años y el profesionalismo han dado a una excelente actriz de comedia.
El hijo que personifica Portaluppi marca un profesional bien ubicado y filantrópicamente abnegado, pero necesitado de un afecto que no encuentra en su mujer. El actor ha dado mejores muestras de su capacidad histriónica, y en este trabajo se muestra exacerbadamente marcado por la dirección, agotando la atractiva ternura que debería primar en el relato, con enojos poco creíbles y gritos sin sentido. Pero el mensaje llega, dejando en claro que -fumada en pipa o no- la paz es posible, en toda circunstancia, si se dejan de lado egoísmos, codicias, disgustos y berrinches, en aras del afecto, la solidaridad, el aprecio y la humanidad. Martin Wullich
Se dio hasta diciembre 2009
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Guillermo Ghio en Alternativa
PUBLICADA 16/07/2009
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