Los pocos elementos escenográficos y el acertado vestuario elegido por Pupi Carmona son suficientes para marcar el terreno en el que se desarrollará está historia narrada por cuatro trabajadores de una misteriosa empresa destinada al relleno de aceitunas, a cargo de cuatro buenos actores que componen con oficio el papel que le cabe a cada uno.
Roberto Romano encarna estupendamente al Sr. Curbelo, el jefe de personal que debe anunciar -pues las órdenes vienen de arriba, a través de un personaje representado por una lámpara colgante- el despido de uno de los tres operarios. Todo puede cambiar -Romano lo demuestra con ductilidad desde lo corporal-, así como un gusano deviene mariposa. Santiago Caamaño personifica a Pelayo, el operario en cuestión. Parafraseando el texto, si Caamaño sólo se tomara un poquito más de tiempo en pronunciar sus parlamentos, sus alas de buen actor se desplegarían como las de una bella mariposa y lograría dar lo máximo.
Es injusto despedir a cualquiera de estos operarios orgullosos de su trabajo, a tal punto que cantan a voz en cuello el himno de las aceitunas rellenas con morrones en una escena memorable. Pero, en vez de ser despedido, Pelayo es ascendido y a él le toca ahora, cumpliendo siempre las órdenes de arriba, despedir al frágil Berzio, excelente composición de Santiago Vicchi, quien en otro momento de la obra se travestirá para dar un semblante de la esposa de Curbelo, cansada después de dieciséis años de matrimonio.
Pero todo sigue cambiando y si hay alguien que debe ser despedido no es Berzio sino Tomba, interpretado por Gino Andrea Calcagno. Pelayo se encuentra en un brete, despedir a su amigo de toda la vida, ¿cómo decírselo? De él no depende, son órdenes de arriba. Pero a Tomba no le importa tanto que su amigo de la infancia lo despida, lo carcome la idea de que Pelayo se haya acostado con su mujer, y es excelente cómo imagina la escena de sexo que habrán tenido entre ellos. En inesperado giro dramático, aparecen verdades inconfesables, celos, peleas y hasta un crimen. Todos deben cuidarse de todos y la situación conmociona y divierte por partes iguales, a veces con humor negro.
Después de que Jesús es azotado y sufre el escarnio, Poncio Pilatos lo presenta a la multitud diciendo “Ecce homo”, es decir “He aquí el hombre”. Estos cuatro hombres, tal como el prefecto romano, tratan de lavarse las manos ante la orden que llegó de arriba. Marcos Alonso
Viernes a las 21
Teatro El Duende
Aráoz 1469 – Cap.
(011) 4831-1538
Estrenó en Patio de Actores
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