“Me di cuenta de que necesitaba volver al dibujo, al origen de la forma”, explica Fernando O’Connor en una charla amena e íntima en la galería Mundo Nuevo, donde se exhiben algunas de sus últimas creaciones.
Una tardecita calurosa de noviembre, Fernando llega a la galería Mundo Nuevo con su mujer y saluda a los 6 o 7 visitantes espontáneos. Al principio algo tímido, en seguida se entusiasma con la charla cuando decide explicar qué motivó su dedicación al dibujo durante los últimos años. Se muestra tranquilo, sencillo, puro. De pocas pero profundas palabras, Fernando da a su atento auditorio algunas herramientas para comprender la ecléctica exposición: revela sus inspiraciones, su trayectoria, el diálogo entre su obra actual y la pasada, y los próximos pasos a dar.
De hiperrealista a neoexpresionista con algunas otras incursiones a lo largo de su carrera, O’Connor ahora intenta cerrar la etapa que comenzó como una búsqueda del color dentro de la pintura -universo del que proviene- y que terminó abocándolo al dibujo como necesidad de regreso al origen. Aquel trayecto necesario para llegar al color lo demoró y apasionó por un año y medio, durante los que produjo diversas obras en diálogo con sus etapas anteriores, pero con proyección hacia un nuevo horizonte.
Ahora siente que encontró aquello que necesitaba en el dibujo como apoyatura para avanzar en la pintura, y será sólo cuestión de enfrentar el caballete. “Yo nunca me había considerado un artista de los que muestran dibujos como dibujante, sino como pintor. Yo siempre me sentí pintor, pero también siempre entendí que el dibujo es el origen de la forma. Por eso necesité volver al dibujo para avanzar en el color. Mi concepto de dibujo es bastante elevado, o sea, otorgarle el lugar del origen de la forma es el lugar más esencial que se le pueda otorgar a una disciplina”.
Decidió reunir algunas piezas, que podrían sintetizarse en tres grupos: retratos de artistas que tuvieron un impacto directo en la mirada de O’Connor a lo largo de su carrera, retratos de grandes figuras de la cultura y el pensamiento occidental de los últimos siglos, y dibujos del cuerpo humano desnudo o en posiciones específicas tomadas del yoga. La muestra es bastante ecléctica, pues dice que no suele trabajar en series. Su modus operandi es siempre responder a obsesiones que se van cerrando a medida que las canaliza o que lo acompañan de por vida.
Alega no partir de un concepto intelectual a desarrollar estéticamente. “No entiendo la pintura por lo conceptual, sino de una manera más visceral, más anárquica, y más sincera, directa. Es el fenómeno estético lo que me interesa, no el concepto”. La pieza inaugural de la muestra es el retrato de Ronald Kitaj, que se encuentra dentro del grupo de los cinco maestros que -según O’Connor- marcaron su mirada. Junto a Kitaj, pueden verse los rostros de Carlos Alonso, Egon Schiele, Claude Monet y Eduardo Sívori. Asimismo, eligió homenajear a algunos de los grandes pensadores del arte y la cultura occidental.
Otro grupo reúne dibujos de la figura humana -una de sus grandes obsesiones-, una especie de diálogo con una serie anterior basada en el libro del fotógrafo Eadweard Muybridge sobre la figura humana en movimiento. Esta serie incluye también imágenes aparecidas en Bravuras, su muestra anterior, que toman posiciones del yoga. El yoga le interesa como fenómeno estético, por el resultado formal fascinante de poner el cuerpo en posiciones casi insostenibles para encontrar un equilibrio, una paz o un centro.
He aquí un artista entregado a sus inspiraciones y al camino que decide tomar su talento, como si pudiera desdoblarse y mirarlo de afuera para ver por dónde se le ocurre ir cada vez. Sus palabras y su obra son un buen complemento, pues muestran su simple y cálida humanidad. Después de escucharlo y recorrer la muestra, uno sospecha que aquel hombre aparentemente sencillo esconde un genio en desarrollo. Carolina Piola
Se exhibió hasta noviembre 2014
Mundo Nuevo Gallery Art
Av. Callao 1870 – Cap.
(011) 4804-7321
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