El empréstito – Actúan: Silvia Adorno, Marcelo Armand, Carlos Cortés, Camila Devita, Juan Echave, Andrés Martínez, Gaby Minardi, Ricardo Montesano, Ricardo Pelliza – Escenografía y Vestuario: Osvaldo Ciuffo – Autor: Hugo Barcia – Dirección: Alfredo Devita
Un hombre baila valses con su esposa fallecida; también habla con ella, y hasta le recita poemas de amor. El común de la gente podría considerarlo un loco, y sin embargo tal vez sea el personaje más cuerdo de toda esta historia. Una historia escrita por Hugo Barcia, que tiene lugar en el Buenos Aires de 1950, y que funciona tanto como una mirada en retrospectiva a tiempos pasados de nuestro país, como una crítica actualísima y de fuerte contenido poético sobre las vicisitudes políticas contemporáneas. Es que algunas cosas no cambian: el hombre siempre es el mismo, con sus virtudes y miserias, sus lealtades y deslealtades.
El dueño de un prostíbulo se parece en algo a su padre: también aquél fue dueño de burdeles; y no de uno, sino dos. Pero allí se terminan los parecidos. En todo lo demás, cada uno de estos hombres se plantea la vida y la moral desde lugares definitivamente diferentes, como si fuesen las dos márgenes de una grieta que cada vez se ensancha más. Esto es aprovechado, por supuesto, por los oportunistas de siempre, que piensan en sus beneficios particulares, incluso cuando sólo puedan darse a partir de la desventura de los demás.
Con excelentes actuaciones de Ricardo Montesano y Juan Echave como el padre y el hijo, Ricardo Pellizza como el infame administrador en común de ambos y Marcelo Armand como el prestamista inglés dispuesto a desplumar al propio Cristo y convencerlo de que le hace un favor, la obra nos invita a reflexionar acerca de la importancia del trabajo y la constancia, pero también nos habla de la naturaleza del verdadero amor, del sentido de la vida y de la muerte, de nuestras metas y de las trampas que nos seducen y acechan por doquier. También se destacan los roles de Gaby Minardi y Camila Devita como las respectivas contrapartes femeninas: la primera como una prostituta rusa, con una mirada idealista pero lúcida en lo que respecta al compromiso social, y la segunda como el fantasma de la esposa muerta.
Con un planteo escénico sencillo, pero a la vez muy prolijo y efectivo, es evidente el buen trabajo de dirección realizado por Alfredo Devita. La tarea de transformar prostitutas en obreras o, por el contrario, pretender seguir viviendo de ellas, se revela como un símbolo en función del cual se reparten las éticas de un lado y del otro. Como moraleja final de esta obra, que recomendamos, podrían rescatarse muchas cosas, pero elegimos quedarnos con una advertencia de notable actualidad, que debería prevenirnos acerca de las pretendidas soluciones mágicas de quienes buscan vendernos espejos de colores: las sirenas no cantan; las sirenas mienten. La realidad está en otra parte. Germán A. Serain
Se dio hasta fin 2017
Teatro Carlos Carella
Bartolomé Mitre 970 – Cap.
(011) 4345-2774
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