EL DIARIO DE PAPEL

Reflexiones sobre el futuro del periódico impreso

Repetiré hasta el cansancio lo que otras veces he dicho: el diario de papel ¡no morirá jamás, no morirá jamás, jamás! Y cuando digo o dije diario me refiero a ese que sale de las rotativas, no como le dicen ahora “el de papel” o “print” según una desafortunadísima frase del secretario de una redacción. ¿Tuvo que venir una señora de Texas a hablar en Adepa para que La Nación publicara media página diciendo que “los diarios en papel son el futuro”?

Periodistas mediocres, les dije hace 20 años que era el prestigio contra la velocidad de la no profundidad. Empresarios voraces, les conté tantas veces que la publicidad en la internet no vende, si en cambio la que uno elige en las páginas de tinta. ¿Vieron que los diarios “electrónicos” que intentan facturar mediante suscripción, día por medio te dejan abrir su páginas por completo para volver a tirar el anzuelo, la red o el medio mundo que les devuelvan la pesca? ¡Al menos el papel sirve para envolver el pescado!

No lo nieguen y no me digan que el Times tiene 1.350.000 suscriptores (internet), lo que no es nada en un país de 350 millones de habitantes El ingreso económico viene de los diarios de verdad y, según la señora Iris Chyi, “los que pronosticaban la muerte del diario impreso han fallado”. Ella aclara que de la redacciones se ha ido gente y por eso el diario ha bajado su venta (se volvió más caro). Habla de la inferioridad de lo que se regala por su menor calidad, que ni en Estados Unidos de Norteamérica han encontrado un modelo viable para sus productos digitales.

Absurdos empresarios que se creyeron periodistas: pasaron más de 20 años y cabalgaron en un pingo llamado “Sin acierto”. No lo voy a hacer ahora, porque perdería plata contándoles a los obtusos cuál es la fórmula. Eso sí, como dice el poeta, “repetiré hasta el cansancio lo que otras veces ya dije, el repetir no me aflije porque lo viejo es lo nuevo. También se repite el sol, la luna, las estrellas, el mostrador, las botellas, el tiempo y los aguaceros, y en el canto verdadero se van repitiendo huellas”. Mariano Francisco Wullich

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