Toda historia narrada tiene una finalidad. Contamos historias con un objetivo, para lograr algún propósito. En el caso de los cuentos infantiles, quizás para entretener, o para inducir al sueño a nuestros hijos, si es que lo hacemos al caer la noche. Pero hay otros propósitos posibles. Por ejemplo, instalar preceptos morales o advertir, a la manera de una velada amenaza, acerca de eventuales peligros.
Otra característica de los cuentos infantiles es que siempre pueden modificarse, adecuándose así a las circunstancias o a los diversos públicos. Una misma historia puede ser contada de maneras tan diferentes que hoy puede ser aparentemente ingenua, destinada a los más pequeños, y mañana convertirse en una atrevida versión erótica para un público adulto. Es decir, non sanctos.
Muchas de las historias clásicas que conocemos, por haber escuchado cuando éramos pequeños, o por haberlas contado a nuestra vez años más tarde, son de hecho versiones modificadas, a través de los años y las modas, de historias similares, con títulos parecidos, tramas y personajes, pero con variantes significativas. Es que los propósitos a la hora de narrarlas eran otros, como otra también era la cultura contextual en cuyo marco se inscribían.
Hoy la moda va por el lado de una corrección política que oscila entre la pacatería, un peligroso macartismo redivivo y la franca estupidez, buscándose con lupa y criterios por demás dudosos en cuanto a su lucidez, cualquier gesto que pueda ser sindicado de sexista o racial. Pero en sus versiones originales, muchas de estas historias eran realmente oscuras y cruentas, eludiendo a menudo los finales felices. Y de esto trata lo que sigue.
La Cenicienta
Es una historia con raíces muy antiguas, tanto en occidente como en oriente. En algunas versiones la jovencita era más siniestra y lograba asesinar a su malvada madrastra para que su padre se casara nuevamente, esta vez con una candidata más apropiada. El famoso zapato de cristal es una licencia moderna: en su origen el calzado de Cenicienta era de seda y, en efecto, sólo entraba en los pies de esta doncella. Esto así pues los pies pequeños eran considerados una señal de distinción. Al correr el rumor de que el príncipe anda por el reino buscando a una joven con un pie diminuto para tomarla por esposa, la madrastra no duda en amputar los dedos del pie de una de sus hijas y parte del talón de la otra, para que logren calzar y ser las elegidas. El truco funciona en un primer momento, hasta que camino al palacio el pie de la joven empieza a sangrar, revelando el engaño. Como castigo, tanto la madrastra como sus dos hijas son condenadas a morir apedreadas. En la versión de los hermanos Grimm, en un final que seguramente hubiese sido del agrado de Alfred Hitchcock, cuando las tres mujeres se dirigen al castillo para asistir, por conveniencia, al casamiento, son atacadas por una bandada de aves que salvajemente picotean sus ojos, dejándolas ciegas, como una suerte de castigo divino.
Caperucita Roja
Es una historia recopilada por Charles Perrault y luego por los hermanos Grimm, pero sus orígenes se pierden en la tradición oral europea. Resulta en ella evidente la intención de advertir a los niños sobre los peligros que acechan al alejarse del hogar. Pero también hay muchas simbologías. Por lo pronto Caperucita, la protagonista, es una jovencita que acaba de ingresar al mundo adulto: su capa roja ha sido vista como un símbolo menstrual. La idea cobra valor si añadimos como dato que el relato original incluye una escena en la cual el lobo convence a la niña para que se quite la ropa y entre desnuda a la cama con él.
Esta jovencita ha recibido el encargo de llevar provisiones a su abuela, pero evitando el bosque, una zona llena de peligros, corporizados en la figura del lobo. Por supuesto, la joven desoirá esta advertencia y esto tendrá consecuencias graves. El lobo la engañará con indicaciones falsas, para que ella se extravíe y termine siendo devorada. Antes logrará llegar a la casa de su abuela. Pero el lobo se le adelanta: es él quien la recibe, haciéndose pasar por su abuela enferma. Le ordena que deje lo que lleva y le indica que coma la carne que ha preparado para ella. Hambrienta, Caperucita obedece, sin sospechar que esa carne es del cadáver de su abuela.
Tras esta escena de involuntario canibalismo, que despoja a la joven de toda pureza, obedece la orden del lobo de quitarse la ropa, pieza por pieza, para luego acostarse con él. Es en este momento cuando todos los engaños serán revelados, pero ya será tarde: convertido en un depredador salvaje y bestial, el lobo devorará a la otrora inocente Caperucita, sin que ningún cazador llegue en su rescate.
Blancanieves y los Siete Enanos
Blancanieves fue la primera película animada de larga duración, salida de la factoría Disney en 1937. Su historia cambia varios detalles del relato original de los hermanos Grimm, que es mucho más sombrío. En la perturbadora versión inicial la protagonista no tiene los escasos catorce años que le atribuye el film, sino apenas siete. Una edad sin duda inadecuada como para que el relato termine en matrimonio.
El origen de la historia podría estar vinculado a la vida de María Sophia Von Erthal, princesa germana del siglo XVIII que sufrió los desprecios de su madrastra. Hija del príncipe Philipp Christoph von Erthal, Sophia era parcialmente ciega y muy querida por su pueblo. Tras enviudar, su padre se casó con una condesa de Reichenstein, quien favoreció a los hijos de un anterior matrimonio. Es posible que Sophía haya sufrido algún maltrato, aunque quizás el cariño que el pueblo sentía por ella influyó en el modo en que se contaron las cosas. Al parecer Sophia tuvo contacto con un grupo de mineros de la región. Dado que las minas eran muy estrechas, es probable que se tratara de niños, que solían ser empleados en aquel brutal trabajo.
En el relato original, la malvada reina, celosa de su hijastra, le ordena a un cazador que la lleve al bosque para darle muerte. Para asegurarse de ser obedecida, dispone que el cazador regrese con el corazón de Blancanieves (algunas versiones hablan de su hígado) como prueba del crimen. El cazador mata un jabalí y le entrega los órganos del animal a la reina, quien convencida de que era del cuerpo de la niña se los come (otra vez la antropofagia, sumada al infanticidio).
Al saber que Blancanieves sigue viva, la reina la envenena. El cadáver es colocado en un ataúd de cristal y permanece incorrupto hasta que aparece un príncipe que, deslumbrado por su belleza, ofrece comprar el cuerpo. Los enanos primero se resisten, pero acaban cediendo. Durante el traslado el ataúd de vidrio cae al suelo, se rompe, y el golpe hace saltar el bocado de manzana con veneno que había quedado atrapado en la garganta de la joven, tras lo cual revive.
Blancanieves y el príncipe se enamoran y se casan, sin importar la edad de la niña. Final feliz, pedofilia al margen. En la película los enanos persiguen a la reina malvada hasta un acantilado, donde cae y muere. En el libro, la reina asiste a la boda y allí es castigada: le colocan un calzado de hierro que es calentado con brasas, obligándola a bailar hasta que muera.
La Bella Durmiente
Es una historia que viene del siglo XVI. En un libro de Giambattista Basile aparece la historia de una niña que se pincha con un peine mágico y queda inconsciente. Su familia la da por muerta y la coloca en un ataúd de cristal. Con el paso de los años, todos ven cómo la joven crece hasta convertirse en una bellísima adolescente. Una prima lejana, celosa de su belleza, rompe furiosa el ataúd, pero al hacerlo arranca sin querer el peine, y la joven revive.
En la versión moderna de la historia, un príncipe despierta a la durmiente con un beso, gesto romántico que molestó a algunas extremistas, indignadas por tratarse de un beso sin consentimiento. Sin embargo, la versión original es mucho más picante: la acción no queda precisamente en un beso. El príncipe abusa de la joven, en un acto de virtual necrofilia, para luego regresar a su hogar con su familia. Pero recordemos que la joven no está muerta, sino dormida. Como consecuencia del abuso queda encinta y meses más tarde nacen de ella dos gemelos, un niño y una niña, que instintivamente se arrastran hasta sus pechos para no morir de inanición. Uno de los niños chupa el dedo de su madre con tanta fuerza que extrae el veneno que la mantenía en letargo.
Ya despierta, la joven recibe una nueva visita del príncipe, quien sorprendido se la lleva al palacio. Allí su esposa intentará matar a los niños (algunas versiones apuntan hacia la reina madre), con la idea de que el cocinero sirva sus cuerpos como cena. Al descubrir el príncipe el macabro plan, asesina a la frustrada asesina y como remate se casa con la ex-durmiente. Después de todo él es el padre de esos chicos.
Hansel y Gretel – Pulgarcito
Son historias que retratan la dureza de la vida en la Edad Media. La escasez constante de comida hacía del infanticidio una práctica bastante común. En el primero de estos relatos, dos hermanos son dejados en medio del bosque para que mueran. En la versión francesa del relato estos hermanos son atrapados en el bosque y encerrados en jaulas, a la espera de ser comidos. El villano no es una bruja, sino el mismo Diablo, que fabrica un caballete especial para que el niño se desangre hasta morir. Le ordena a Gretel que amarre allí a su hermano y se retira. La pequeña se hace la confundida y le pide a la esposa del Diablo que le muestre cómo debe ir el cuerpo. Cuando ella ingenuamente se coloca en el dispositivo, ellos la atan y le cortan la garganta, roban todo el dinero del Diablo y huyen.
El ingenio infantil también marca el relato de Pulgarcito. Aquí tenemos una pareja de leñadores, padres de siete hijos, que también deciden abandonarlos por no tener dinero para mantenerlos. Abandonados en el bosque, los niños piden ayuda en una casa, que resulta ser de un ogro, que tiene a su vez siete hijas. El ogro decide comerse a los hermanos. Pero cuando todos duermen, Pulgarcito le quita a las siete hijas del ogro las coronas que llevan en sus cabezas, y se las coloca a sus hermanos. Confundido, el ogro termina devorando a sus siete hijas, una tras otra, en vez de acabar con Pulgarcito y sus hermanos.
Podríamos seguir con los ejemplos. Pinocho, en su versión original, no se convierte en niño, sino que es ahorcado por sus innumerables faltas. También muere Pepe Grillo, aplastado de un martillazo por la marioneta. La joven Rapunzel es entregada por sus padres a una bruja a cambio de alimento. Encerrada en una torre, un príncipe la oye cantar y comienza a visitarla cada noche, escalando las alturas gracias a la larga trenza de la niña. Producto de esas visitas, Rapunzel queda embarazada de gemelos. La bruja le corta su trenza, y cuando el príncipe regresa por la noche lo empuja al vacío desde lo alto de la torre. El Flautista de Hamelin es contratado para ahuyentar las ratas que infestan un poblado pero, cuando se le niega el pago prometido, en venganza el músico atrae con su música a todos los niños de la región hasta un río, en el cual mueren ahogados, como las ratas.
El listado sigue, aunque nosotros nos detengamos aquí. Todas estas historias han sido edulcoradas al extremo, ocultando sus ribetes más sombríos, para adecuarlas al gusto de una época. Es algo curioso, si consideramos que al mismo tiempo el cine vende historias cada vez más truculentas, al alcance de cualquier usuario de internet. Pese a ello, no faltan quienes se extravían buscando renovados atisbos de cualquier cosa que atente contra la corrección política, y seguramente continuarán exigiendo la cancelación o nuevas reescrituras, cada vez más radicales, de las viejas historias clásicas que ya todos conocemos. Germán A. Serain
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