El hombre pisa la Tierra desde hace al menos cinco mil años. Más que suficiente para que la humanidad aprenda de sus errores y cambie su rumbo. Si debemos creer lo que dicen las religiones orientales en que la vida es solo una progresión hacia un nirvana, más de cinco mil años de nirvanas y de karmas deberían habernos enseñado algo. Sin embargo, el rey Salomón, el hombre más sabio de la historia después de Jesucristo, dijo: “Como perro que vuelve a su vómito, así es el necio que repite su necedad”.
Necedades a lo largo de la historia ha habido y muchas. El hombre, como el perro de Salomón, vuelve a cometer los mismos errores y aún peores. Uno de esos consiste en pretender ser los gendarmes del mundo. O como visualizó George Orwell en 1984, que nuestros iguales se crean la “policía del pensamiento”. Censura, escraches, cultura de la cancelación, humillaciones en público, bullying, todas estas manifestaciones hablan de un estado de cosas en el ser humano que mucho dista del ideal que Dios había pensado cuando puso a la primera pareja en el huerto de Edén.
Hace algunos días se supo que el fogoso Pepé Le Pew fue excluido de la secuela teatral de Space Jam. El asunto parece una tontería, de no ser que en un tuit, Charles M. Blow, un columnista de origen afroamericano del prestigioso The New York Times salió con los tapones de punta contra el controversial mamífero oloroso. La acusación: Pepé Le Pew fomenta la cultura de la violación. Lógicamente, llovieron las réplicas en uno u otro sentido y llegaron casi a diez mil.
El zorrinito francés no fue el único blanco del golpe de Blow (justamente, “golpe”, en inglés), sino que el simpático roedor de origen azteca Speedy Gonzales también cayó en la volteada, al igual que Mammy Two Shoes, la mujer a cargo de Tom en Tom y Jerry. El 3 de marzo pasado, en una columna de opinión en ese diario, Blow da rienda suelta a lo que podrían ser traumas de niñez debido a que todo lo que lo rodeaba en su infancia, dibujos animados inclusive, le mostraba que todo lo blanco era bueno y todo lo negro era malo, torpe o tonto.
Se podría pensar que Blow no supera los veintitantos y que pertenecería a la “generación de cristal” o “generación de papel”. Pero Blow nació en 1970 y al igual que muchos que nacimos para antes o después de esa época, debe haber crecido mirando esos mismos dibujos que hoy él pone bajo una lupa neoinquisitoria. El asunto toma un color interesante cuando, al atar cabos, se advierte que Blow acaba de sacar en marzo de este año su libro The Devil You Know: A Black Manifesto, y que las malas lenguas salieron a insinuar que todo esto sería más una tramoya de Blow para promocionarse e incrementar el volumen de ventas de su libro. Todo es posible en la dimensión desconocida.
¿Será que Blow tiene razón? Hagamos un repaso de solo algunos de los delitos cometidos contra las mujeres antes de la irrupción de los dibujos de animación, en las primeras décadas del siglo XX: Dina y Tamar (violación; ambos casos narrados en el Génesis); Lucrecia (hija de un noble romano; violación); María D’Avalos (asesinada por su esposo, Carlo Gesualdo); Francesca da Rimini (asesinada por su esposo, Gianciotto Malatesta); las víctimas de Jack el destripador… etcétera. Estos delitos ocurrieron sin que Pepé Le Pew apareciera en la pantalla persiguiendo a una gatita.
¿A qué se quiere llegar con esto? A que la censura no sirve para nada; solo para ahondar grietas, fomentar más resentimiento, y hasta para anestesiar la capacidad de raciocinio, por no decir volver idiota a la gente. Es el error del que se habló al inicio de este artículo y que se ha repetido una y otra vez. Inquisición, caza de brujas, quema de libros, policías del pensamiento, ostracismos varios, los modernos escraches cibernéticos y mucho más.
¿No sería más inteligente desmentir a los creadores de estos estereotipos? Si Pepé Le Pew hace quedar mal a los franceses, estos podrían quizás modificar su conducta, si es que corresponde; si Speedy Gonzales hace quedar a los mexicanos como unos vivillos bárbaros, que demuestren lo contrario. Si las rubias son las tontas de los chistes, no sirve de nada que se tiñan; demuestren que no lo son. Si los argentinos tenemos fama de chantas, hagamos todo lo que esté a nuestro alcance para que ya no nos señalen cuando viajamos al exterior. Y un inacabable etcétera. Pero de nada sirve prohibir, censurar, escrachar. ¿Deberíamos borrar a Manolito de la tira de Mafalda porque es el estereotipo del gallego bruto y avaro? No es posible dimensionar el revuelo que se armaría si alguien propusiera semejante cosa. Lo mismo si algún día alguien pidiera a gritos sacar al profesor Neurus de las tiras de Hijitus porque expone a los científicos como si fueran unos orates perversos que pretenden conquistar el mundo.
Blow acusa a Pepé Le Pew de contribuir a la cultura de la violación; pero Johnny Bravo, que como el zorrino, está necesitado de amor femenino, vive recibiendo los bofetones de cuanta mujer se le cruza en el camino, sin que este hubiera siquiera hecho o dicho algo indecoroso; de hecho, a veces ni llega a tocarlas, pero ellas sí le llenan la cara de dedos. Don Ramón, que detesta a Doña Florinda pero que jamás se atrevería a ponerle una mano encima, es el eterno sparring de la mamá de Quico. Mr Increíble, fortachón como nadie, es el prototipo del padre de familia sin empleo que no sabe ni hacerse un huevo frito. Hasta ahora, parece que nadie ha salido en defensa de estos pobres especímenes, por el solo hecho de ser varones. ¿Hipocresía, doble moral, o qué?
Las intenciones de Blow parecen nobles. Pero ¿quién está libre de culpa y cargo para arrojar la piedra? En 2012, durante la campaña presidencial, Blow ya había mostrado los tapones de sus botines cuando cruzó al entonces candidato Mitt Romney, cuya afiliación al mormonismo es conocida. Romney había expresado su opinión sobre los efectos de las familias monoparentales en la crianza de los hijos, en comparación con la familia tradicional. Blow se dirigió a Romney tildándolo de “Señor Mitt ‘Bocasucia’ Romney” informándole de cuán maravillosos son sus hijos a quienes él cría en soledad, y como remate le dijo a Romney que se metiera sus comentarios… dentro de las prendas íntimas sagradas que visten los miembros de la comunidad mormona. Blow debió disculparse luego. ¿Será que la corrección política de Blow termina cuando el interlocutor pertenece a una comunidad religiosa?
Blow tiene, como cualquiera, el derecho de expresarse utilizando todos los medios a su alcance. De lo que no hay derecho es de hacer un dogma de todo esto, pasando por encima de la responsabilidad y la libertad de opinión del resto. Mucho más si sobrevuela el peligro de que finalmente el estado termine metiéndose en las decisiones que pertenecen exclusivamente a la familia; ése es el peligro que parece venir perfilándose y que fogonean estos remilgos individuales o colectivos. Y lo que es más terrible, que algunos se arroguen el derecho de anestesiarnos la poca inteligencia que nos queda. Viviana Aubele
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