Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades (México, 2022 – Dur.: 159 min.) – Actúan: Daniel Giménez Cacho, Griselda Siciliani, Íker Sánchez Solano, Ximena Lamadrid, Luis Couturier, Andrés Almeida, Leonardo Alonso, Luz Jiménez, Ruben Zamora, Fabiola Guajardo y otros – Música: Bryce Dessner – Fotografía: Darius Khondji – Guion: Alejandro González Iñárritu, Nicolás Giacobone – Dirección: Alejandro González Iñárritu
Según la Real Academia Española, la palabra bardo alude al poeta heroico o lírico de cualquier época o país; vale decir la persona encargada de transmitir las historias, las leyendas, la identidad de la comunidad de una generación a la siguiente, para rescatarla del olvido. Pero bardo también remite al fango, al barro, ese del cual según algunas religiones venimos. Y bardo también se usa para referirse a un vallado, que separa un espacio de otro; a los que están de un lado, de aquellos que quedaron del otro. Polisemia. Pero todo guarda relación.
Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades, título de la nueva película del mexicano Alejandro González Iñárritu, se estrenó en septiembre de 2022 en el Festival Internacional de Cine de Venecia, antes de aterrizar en el catálogo de Netflix. Protagonizada por Daniel Giménez Cacho, acompañado por Griselda Siciliani, Íker Sánchez Solano y Ximena Lamadrid, el film cuenta la historia de Silverio Gama, un periodista y documentalista oriundo de México, que ha emigrado a los Estados Unidos, aunque mantiene lazos muy fuertes con su país natal. Este personaje, alter ego del propio González Iñárritu, está por ser el centro de un importante reconocimiento. Pero no nos adelantemos.
Lo primero que hay que decir de Bardo es que desde su inicio se plantea como una película demencial, surrealista, indescriptible. Ya desde la primera secuencia, misteriosa, desafiante, la película aparece como diseñada para confundir al espectador, enfrentándolo sin ninguna explicación a imágenes que vulneran las concepciones de la lógica y la realidad. Por ejemplo, en los primeros minutos el espectador se ve enfrentado a una escena, en un hospital, donde tiene lugar un desalumbramiento. No se nos ocurre otra palabra para nombrar la acción de ese recién nacido rebelde, que se niega a permanecer y exige retornar al seno del cual acaba de ser parido. Bardo acaba de comenzar.
Podríamos decir que la lógica de Bardo es la de un sueño. O la de una pesadilla. Cualquier persona que tenga de manera habitual sueños particularmente intensos podrá verificar esta categorización. Está repleto de conexiones libres, sucesos imposibles y una temporalidad anárquica. Sin embargo, también es cierto que no hay nada en este film que esté puesto porque sí: existe un sentido detrás de cada elemento y de cada una de las escenas. Para acceder a la comprensión de este sentido es necesario aceptar el juego y permitir que la película avance. Esta es una característica que se reitera en el cine de González Iñárritu. Lo mismo sucede con los planos secuencia extensos, deslumbrantes, que también están presentes, y con el cuidado de la fabulosa fotografía, una obra de arte en sí misma.
Inexplicablemente la crítica se ha mostrado reticente ante este trabajo, y esto en el mejor de los casos. El propio director se anticipa a estas críticas y pone el conflicto en manos de su alter ego. El antagonista reprocha: «La vida no funciona así: debe haber una cronología, un orden, causas, consecuencias… ¡Rompiste todas las reglas!… A la chingada con la objetividad, la neutralidad, la historia, la verdad. Y lo peor de todo: no pudiste con tu pinche ego y te metiste en la película». Allí está: Bardo es justo todo eso. La respuesta de Silverio Gama no se hace esperar: «Yo soy todo eso y nada de eso. A lo mejor esta es una crónica de incertidumbres, y con eso me conformo. Estoy cansado de decir lo que pienso, en lugar de lo que siento. ¿De qué sirven las ideas sólidas en un mundo que se nos escurre entre los dedos?»
González Iñárritu se expone de un modo abierto en esta película catártica, que tiene mucho de autorreferencia y hasta algo de admitida megalomanía. Muchos temas fundamentales subyacen en las dos horas y media que dura el trabajo, para algunos extensas, generosas para otros. La brecha que nos separa de nuestros hijos, el dilema de la identidad, la condición de lo extranjero, las perversiones del poder, la intimidad de ciertos miedos, la pesada carga de ciertas memorias. Todo esto integrado en un trabajo que va develando su propósito y sus sentidos muy de a poco, en medio de recursos narrativos y cinematográficos excepcionales, que exigen una callada aceptación por parte del espectador, porque de eso se trata el juego. De a poco, las cosas irán cobrando sentido, en este viaje introspectivo, de indagación, y los significados emergerán en medio de la incertidumbre poética. Detrás de la falsedad de la crónica narrativa, declarada desde el mismo título de la película, se revelan unas cuantas verdades, de esas que nos tocan de cerca a todos. Germán A. Serain
Entrevista a Alejandro González Iñárritu sobre Bardo
Alejandro González Iñárritu en Wikipedia
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