La apertura de Shen Yun Performing Arts es imponente. La estética es sublime. Un numeroso elenco se presenta con tradicionales vestimentas, lujosas y coloridas, perfectamente coordinados al compás de la música. Después llegan los anfitriones, una pareja que presenta en chino y en castellano cada uno de los números. A veces ella lo traduce a él, otras es al revés; no se entiende porque no lo hacen directamente en castellano si ambos lo hablan. Es allí donde comienza a notarse cierta lentitud y monotonía, que va en detrimento de la continuidad general y corta el clima en que nos sumerge la música y la coreografía de cada presentación.
Con una proyección mayestática de orientales imágenes que muestran paisajes, símbolos, colores, y la traducción de lo que cantan un par de tenores y una soprano -acompañados por una pianista-, se suceden historias y relatos de antiguas tradiciones inspiradas en la cultura china. La mayoría son alegres, atractivas coreográficamente, aunque calmas y parsimoniosas -excepto en los pocos momentos con demostraciones acrobáticas-, con presentación de instrumentos típicos como los tambores Tang y el erhu, un llamativo violín de dos cuerdas.
Pero en Shen Yun Performing Arts también -en dos números- aparece cierta violencia, como forma de protesta ante el imperante régimen comunista que no parece coincidir con las ideas que el grupo transmite a través del arte, buscando dar un mayor sentido a la vida con la danza china clásica y étnica. Sus integrantes practican Falun Dafa, una disciplina espiritual tradicional, y por tal motivo son perseguidos. Su filosofía parte de una antigua creencia china: para hacer arte verdadero y puro, primero debe haber belleza interior.
Danzas legendarias, festín de palillos, mangas vaporosas, y un mensaje que llega al espíritu, son los grandes atractivos de Shen Yun, algo opacados por un sonido distorsionado de la música grabada, la poco sutil amplificación de instrumentos y cantantes líricos, y la exagerada duración del espectáculo. Martin Wullich
Se dió hasta 5 de julio de 2009
en Auditorio de Belgrano
Virrey Loreto 2348 – Capital
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