PÉLLEAS ET MÉLISANDE, soñada

Una historia sensible y dramática en magnífica y estética versión

El prólogo de Pélleas et Mélisande, mágica, romántica y terrible historia, nos sume ya en el elocuente y deleitable universo musical de su creador, Claude Debussy, inspirado en el relato homónimo de Maurice Maeterlinck. La imagen del mar, tan presente en el compositor francés, en una atmósfera plena de fantasía, es el marco ideal para los seres que se acaban de encontrar, y juegan su azaroso diálogo mientras el clima se enrarece y preanuncia la tragedia.

Pu00e9lleas et Mu00e9lisande - Teatro Colu00f3n 2018 - martinwullich.com

La aparición de la colosal imagen humana -simboliza a Caín*-, que esconde su cara, tumbada sobre la playa, y nos recuerda al ángel caído, también imponente, que ocupaba la escena en la pasada puesta de Tristán e Isolda, de Wagner, compositor admirado por Debussy y profundamente influido por él. El guiño es maravilloso. La historia, aunque cambie de música y de relato, parece continuar. La atmósfera es quimérica y elegíaca.

Así es durante los cambiantes actos que nos llevan a diferentes escenarios -bosques, mares, salas, fuentes, grutas, torres, pasillos, sótanos, terrazas-, todos presentados por un título, como Desde aquí veremos qué sucede en el bosque, que también dicen parte de la fábula. Verónica Cangemi corporiza a Melisande, misteriosa y reticente ante el encuentro fortuito con Golaud, quien se deja seducir por la confianza brindada. Cangemi lleva con emoción y arte la carnadura del bello e indolente personaje, es expresiva, histriónica y seduce claramente con sus agudos tan altos y a la vez tan suaves al  caballero corporizado por David Maze -en muy buen trabajo-, quien queda atónito ante su pena y se pregunta quién la habrá lastimado.

Allí están imprimiendo su sesgo y su personalidad los cantantes en estupenda interpretación. Allí está el marco natural y cortesano gestado en impecable puesta en escena que nos quita el aliento ante tanta belleza, aun en los momentos aciagos y angustiantes. El Pélleas encarado por Giuseppe Filianoti estuvo también a la altura del carácter protagónico, encarándolo vivaz e histriónicamente, con voz atrayente y fluida, y con gran simpatía en los momentos en que seduce a Mélisande. Adriana Mastrángelo compuso una muy interesante Geneviève con actitud en lo actoral y deliciosa en la emisión vocal.

Fue precioso el trabajo de Marianella Nervi Fadol, corporizando el niño Yniold, convincente y graciosa, generando el carácter lúdico e infantil del personaje con su voz acorde, clara y potente. Se destacaron también Cristian De Marco como el Pastor y Alejo Laclau como el médico.

Párrafo aparte merece Lucas Debevec Mayer en su caracterización del Rey Arkel. El bajo cumplió con creces un exigente papel, sin perder jamás la línea actoral, con su carácter persuasivo y una emisión clara y plena de elocuentes contrastes. Fue un trabajo muy satisfactorio que recibió su merecida ovación.

El Maestro Enrique Arturo Diemecke condujo a la Orquesta Estable del Teatro Colón por los sobrecogedores y sutiles meandros de una música recóndita y profunda, que eclosionan en el último acto ante el fatal desenlace. Esa música ante la que el mismo Debussy había vaticinado que no sería comprendida más que “por los nietos del siglo XX”, mientras gestaba una obra precursora y fascinante, nostálgica y voluptuosa. Diemecke captó y exhortó a la orquesta a seguir ese camino pleno de exaltación y la Estable respondió con precisión.

Hemos asistido a una ópera fascinante, plena de contrastes y en la que se usaron elementos de una deleitable estética. El movimiento del mar y las nubes, la llegada de la noche, la niebla que se abate, el diálogo entre balcones pleno de sexualidad, se amalgaman con las actuaciones y la historia como en un sueño. El concepto y la dirección general fueron idea de  Gustavo Tambascio –murió en plena creación del proyecto- quien pergeñó una puesta en escena que hace honor a la naturaleza debussyana en cada uno de sus cuadros y sus correspondientes e increíbles transiciones.

La iluminación de José Luis Fiorruccio es también clave y vital en la producción de climas, así como la escenografía pergeñada por Nicolás Boni para ese mundo tan especial. Jesús Ruiz fue imaginativo y creativo en el vestuario y Susana Gómez trabajó muy bien en la dirección escénica. La puesta tuvo momentos de una magia inenarrable y muy difícil de plasmar de no haber contado con la estructura, la maquinaria y los cuerpos técnicos de nuestro primer coliseo. El resultado estuvo, más que nunca, a la vista. Martin Wullich

Fue el 31 de agosto de 2018
Teatro Colón
Libertad 621 – Cap.
(011) 4378-7109
teatrocolon.org.ar 

*La estatua que simboliza a Caín pertenece al escultor decimonónico Henri Vidal. Se titula Caïn venant de tuer son frère Abel, mide 1, 95 mts. y está hecha en mármol. Se erige en París, en los jardines de las Tullerias y fue fechada en 1892.

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